domingo, 26 de abril de 2020

Jugar y Vigilar. La pandemia reveladora.




“El juego es más viejo que la cultura porque ésta presupone una sociedad humana” decía  Johann Huizinga. Ciertamente el juego es algo muy antiguo y no exclusivo del ser humano. Los animales juegan y podemos observar que tienen reglas; no hacerse daño, invitar al juego, divertirse…No solo se trata de la ocupación del tiempo con una actividad agradable, detrás del juego hay mucho más.

“Nuestra especie siempre ha jugado. Se han encontrado tableros, elementos de puntuación, bolas de piedra, palos y otros elementos de juegos prehistóricos entre los que podemos destacar el datado en más de 7.000 años de antigüedad en Tennessee Occidental y que correspondería a un juego similar al juego del anillo y varilla. Se trata de un  hueso occipital de venado, tallado y pulimentado  que es atravesado por un asta de la misma especie  animal.


Uno de los padres de la antropología, Franz Boas, describió en 1888 un juego de lucha de cuerda entre los inuits canadienses. Dos equipos, los “Axigirn” (perdices) nacidos durante el invierno y los “Aggrin” (ánades) nacidos durante el verano, tiran de ambos lados de una cuerda de piel de foca trenzada. Si ganan los nacidos en verano es premonitorio de buen tiempo para el invierno. Se apacigua a Sedna y otros espíritus maléficos. Este caso nos demuestra que el juego tiene un carácter mágico-religioso, además de ejercitar a un pueblo para la práctica de la caza y la supervivencia en un clima extremo.”

A través del juego, hemos aprendido las reglas sociales, se nos ha preparado para las diversas eventualidades que se nos podrían aparecer a lo largo de la vida, hemos creado vínculos, hemos dirimido discusiones o establecido alianzas, hemos generado uniones matrimoniales y hemos demostrado nuestra capacidad comercial. El juego ha sido una herramienta socializadora a lo largo de la historia de la humanidad.



Otra de las cosas que ha hecho el juego humano es delimitar espacios. Los juegos se realizan en un espacio físico, mientras el juego se desarrolla, ese espacio está delimitado y adquiere otro significado. Así mientras un tablero en una mesa hace que la mesa sea un territorio por ejemplo, una rayuela en el suelo denota un sistema de transición de la vida en un suelo que sin la rayuela, solo es un lugar de tránsito. El significado de los lugares donde se realiza el juego varía según la finalidad del propio juego. Cuando jugamos al escondite, nuestro escondite detrás de una roca, que es solo eso un espacio detrás de una roca, se convierte en un refugio inexpugnable que debemos proteger. O cuando el juego es de atrapar a los jugadores, uno de los lugares se convierte en sitio de reclusión y aunque no hay barreras físicas, no podremos salir de ahí hasta que alguien nos salve en base a las reglas del juego. Mientras estamos jugando, todo lo que ocurre, tanto física, psíquica o emocionalmente aparece como un una especie de in-pass, un tiempo entre paréntesis que solo desaparece una vez terminado el juego.
EL día 6 de enero en España, es el día de reyes y tradicionalmente los niños sacaban sus juguetes a la calle para utilizarlos, para mostrarlos y presumir de ellos, para intercambiar momentos con otros niños y ocupar el espacio exterior en una especie de ritual lúdico cada año. Este año, la noticia era la falta de niños en la calle. Aparecían imágenes donde las calles y los parques estaban vacíos y ocasionalmente aparecía algún niño con una bicicleta, algún coche teledirigido o algún carrito de paseo. Es evidente que los niños habían recibido sus regalos, la diferencia está en el tipo de juguete que habían recibido.


Si el juego a través de la historia ha tenido esa función socializadora, ha servido para ejercitar la para la caza, para aprender las reglas sociales y  todo lo demás y sobre todo, para establecer contacto con otros seres humanos, en la actualidad, los juegos están proyectados a permanecer en el interior de las casas, a jugar en línea sin contacto físico con otras personas. Establecen mundos virtuales donde nuestra imagen se diluye y aparece un alter ego creado ad hoc. A medida que la edad para jugar a un juego o juguete aumenta, esas creaciones virtuales son más complejas hasta que se llega a un punto que se transforma en una patología. Muchos son los casos de adolescentes que han creado una imagen propia virtual muy alejada de la realidad y que hace que cada vez rechacen más la propia imagen. Esto hace que no sean capaces de aceptarse tal y como son y necesiten comunicarse a través de esas personalidades creadas. Estas personalidades se adecuan al prototipo social ampliamente aceptado tanto física, económica, actitudinalmente en definitiva.
Como todos los cambios importantes, no se ha producido de forma brusca, sino con una gradualidad muy marcada. Poco a poco hemos cambiado nuestra habitual forma de jugar por otra que delimita el espacio de juego dentro de los propios hogares. Escudamos nuestro comportamiento con ideas como la falta de tiempo para estar en la calle con los niños jugando, la peligrosidad de que los niños jueguen fuera de la confiabilidad de la casa, la mejor manera para adaptar a los niños al uso de las tecnologías o cualquier otra cosa para no ver cómo hemos cambiado con algo tan simple ( y complejo) como es jugar.



Tanto es el beneficio que parece que le encontramos a esta manera de utilizar los juegos y juguetes, que eludimos ver lo peligroso que es utilizar Internet  según a qué edades. Lo expuesto que están por mucho que creamos que están en entornos seguros. Una cámara que se activa “accidentalmente” aplicaciones de teléfono que graban las conversaciones, falta de mecanismos de control al acceso a la red, series poco adecuadas para niños o adolescentes por mucho que salgan niños y adolescentes en ellas. La comodidad es estar todos en casa es algo bastante tentador como para realmente profundizar en estos peligros.
¿Cuándo dejamos de jugar? En el caso de juegos físicos, es fácil. Si no es un juego que tenga determinado un tiempo, solemos dejarlo cuando estamos cansados. Dejamos de jugar al escondite, al pilla-pilla, al balón, a correr en bicicleta o patín, cuando ya no podemos más. O tenemos una hora para volver a casa y entonces, el juego se termina. Con los juegos y juguetes digitales ese tiempo es más difícil de establecer, no tenemos cansancio físico, no tenemos que dejarlo porque volvemos a casa. Podemos interrumpirlo para comer, ducharnos, cenar pero podemos continuar jugando si nadie lo remedia. Los juegos actuales generan mucha más adicción y una adicción significa un control.


Tradicionalmente, los contestatarios sociales han luchado contra la forma de ejercer el poder por parte del estado a través de la expresión de su disconformidad en las calles. Foucault analiza el funcionamiento del  Panóptico, Jeremy Bentham. El castigo físico para controlar el comportamiento físico ha sido sustituido por una mejor manera de control que es la disciplina. El sistema Panóptico se basa en lo que creemos que está pasando más que en lo que pasa, puesto que no tenemos certeza de que nos están vigilando desde la torre central. Imponer una disciplina no deriva necesariamente del uso de la fuerza. La tecnología del poder es una parte integrante de la sociedad, no se impone sino que a través de lo que Foucault llama “pastoral” que orienta el comportamiento de los individuos. Este tipo de poder de control de las actitudes, comportamientos o creencias de las personas se ejerce a través de lo que Foucault llama “discurso” y que no es más que un sistema de ideas concreto.
Podemos pensar en el cambio que la infancia (occidental mayoritariamente) ha tenido con respecto a la  utilización de juegos y juguetes. Curiosamente ha ido evolucionando en un uso masivo de la tecnología mass.media, en los soportes digitales, en los juegos individuales o uno contra la máquina, en las relaciones asépticas a través de alter egos en muchas ocasiones distantes de la realidad que han evolucionado a más. A medida que vamos creciendo, nuestras relaciones sentimentales también se están redirigiendo al uso de los canales de citas donde jugamos a dar un perfil no siempre real de nosotros mismos. Siempre buscando acercarnos al modelo ideal. En definitiva, la sociedad individualista que es la sociedad occidental, se crea y crea a su vez individuos individuales desde la infancia.
Esto que puede parecer algo tan siniestro, es lo que nos ha pasado y que no nos hemos apenas dado cuenta por una sencilla razón. Un cambio no es tan traumático por lo que supone que por lo rápido que se produzca.
El monumento al holocausto que se encuentra en Berlín, al turista despistado le puede parecer algo extraño, falto de sentido en principio, incluso feo. Cuando alguien te explica qué significa entiendes por qué hay bloques a ras del suelo y bloques de 4 metros de altura. Las primeras actuaciones contra el pueblo judío y en realidad contra todos los que murieron en los campos de exterminio (las que representan las losas a ras del suelo)eran cosas que no tenían mucho alcancen, es más, algunas eran recomendaciones o simples normas en un papel que pocos seguían. Poco a poco esas órdenes, leyes, castigos, fueron aumentando poco a poco hasta que finalmente se llegó a las cámaras de gas. ¿Cómo es posible que el pueblo alemán no viera lo que pasaba? Porque nunca usaron primero los bloques de cuatro metros.




Actualmente, el confinamiento por la COVID 19 ha sido muy traumático porque ha sido rápido. En apenas dos meses, hemos pasado de movernos libremente por el mundo a permanecer encerrados en casa. Sin transición, sin anestesia, un día volvíamos de Dublín y al día siguiente no podíamos salir de casa sin saber hasta cuándo. Uno de los colectivos más castigados son los ancianos, directamente por la enfermedad , otro colectivo castigado la infancia, más por la medida de aislamiento.
Si lo pensamos bien, los niños ya apenas salían de casa para jugar. Sí jugaban en el exterior pero más en el entorno de la escuela. Según a qué edades, muchos se han saltado lo de salir a dar un paseo por estar jugando en casa a juegos de ordenador o  similar, muchos han salido y se han sentado en el banco del parque para chatear con el móvil incluso con el amigo que tenía sentado al lado. En edades más tempranas sí que han disfrutado estar en un parque, pero no toda la infancia y desgraciadamente, cada vez a edades más tempranas.


Hoy entra en vigor la Orden SND/370/2020, de 25 de abril, sobre las condiciones en las que deben desarrollarse los desplazamientos por parte de la población infantil durante la situación de crisis sanitaria ocasionada por el COVID-19. Muchos niños saldrán de sus casas como si hubieran estado en prisión por 7 años. Muchos de esos niños igual antes eran de los que permanecían sentados en el banco del parque con el móvil sin jugar a nada. Otros decidirán no salir directamente.
Hoy vemos en directo un suceso muy interesante a nivel antropológico, la conciencia de falta de libertad. Hoy muchos niños apreciarán lo importante que es salir de casa, ver el mundo y a otra gente y ansiarán poder abrazar a otros niños, hablar con ellos y jugar con ellos. A estas edades no apreciarán lo que realmente esto significa pero sentirán como nadie la sensación de exceso de control de algo tan necesario. Un virus nos ha dado una lección de realidad, hemos tenido que recluirnos para salvarnos y al margen de porqué o cómo ha pasado esto, podemos intentar pensar en si nos ha servido para darnos cuenta de lo que nos hemos estado haciendo a lo largo de mucho tiempo y que hemos tenido la oportunidad de verlo como solo nos damos cuenta, si es de forma drástica y rápida.
Si tenemos a un niño cerca hoy, no estaría de más ayudarle a ver lo importante que es jugar, aunque no entiendan lo que realmente significa el juego para el ser humano y lo que significa el cambio de modelo de juego y juguete actual. No entenderán que a través de algo tan “inofensivo” como el juego, podemos modificar nuestro comportamiento social sin que nadie nos obligue a ello porque no sabrá  de Panóptico, discursos o pastorales, pero como el juego es anterior a la cultura y hasta los animales lo practican seguramente disfruten de él y no querrán que vuelvan a arrebatarles la libertad de estar en la calle jugando.


Sonia Hidalgo Moreno
HUIZINGA J.(1998). Homo ludens. Madrid, Alianza Editorial
FOUCAULT M. (2002) Vigilar y castigar nacimiento de la prisión. Buenos Aires, Siglo XXI Editores.



viernes, 17 de abril de 2020

El tiempo que cambió: El tiempo confinado.



“El mundo ha cambiado, decimos a veces. Lo hemos dicho siempre. 
Pero ahora cambia más deprisa. Algo le ha ocurrido al tiempo”. 
La Torre Oscura.

“La vida es corta, corta y fugaz”
Anónimo.




 El tiempo no existe, al menos no existe más allá de nuestra mente o mejor aún, no puede existir más allá de la percepción. A partir de la teoría de la relatividad, comenzamos a pensar que el tiempo en realidad era algo relativo, algo que depende de la velocidad de un observador que se mueve en un espacio. Sin embargo en occidente tenemos una idea más o menos clara y clásica de que el tiempo es algo lineal que va desde el pasado al futuro pasando por lo que llamamos presente. Esta concepción de la física clásica se ha naturalizado y aceptado por el conocimiento científico que se adentra en la antropología por ejemplo con las investigaciones arqueológicas. Hemos heredado de la mecánica clásica el tratamiento lineal para la datación, cronología e interpretación del desarrollo biológico, social y cultural humano.

Pero en realidad no deberíamos hablar tanto de tiempo en antropología como de temporalidad, definida como la interpretación del devenir humano que hacemos en base a nuestra cultura. El tiempo como fenómeno es intrínseco a todo ser humano, pero la temporalidad a demás de ser intrínseca se carga de interpretación de base cultural al depender de la propia experiencia del sujeto en un contexto determinado. Y esto es muy importante tenerlo en cuenta porque de lo contrario, que es lo que suele pasar, reducimos a una sola interpretación el concepto de tiempo tanto si hablamos del fenómeno como de su interpretación. Para definir las nociones de tiempo de un grupo cultural es necesario hablar de temporalidades. La concepción del tiempo lineal, es una temporalidad hegemónica que ha establecido occidente y que da como válida y única su propia interpretación, dando como no válidas otras interpretaciones que nos se ajusten a sus preceptos. Estas serían las temporalidades no oficiales que son propias de otros grupos socioculturales que la antropología conoce gracias al conocimiento etnográfico.



En física un segundo es 1.192.631.700 ciclos de frecuencia asociada con la transición entre dos niveles de energía del isótopo cesio 133, bastante específico sin duda. Pero a nivel psicológico, cuantificar en unidades de tiempo es algo bastante más complejo. Es por esto que aunque la velocidad externa de los sucesos es un ejercicio objetivo, la percepción de la duración es subjetiva. Si dos personas están viendo un espectáculo que dura una hora y a uno de los dos le encanta lo que ve y al otro no, al primero la duración le parecerá menor a una hora mientras que para el segundo la duración habrá sido mayor. Cuando registramos esos sucesos en la memoria la velocidad de los mismos se adecuará a la percepción que tuvimos cuando se produjeron. Si alguien nos pide que calculemos periodos de tiempo cortos, puede que lo hagamos más o menos de manera aceptable pero si nos piden periodos largos comentemos grandes errores al respecto. Si en occidente no tenemos relojes para medir el tiempo, pocas personas serían capaces de determinar que ha pasado un día con un margen de error pequeño.

Pero esto no siempre es una falla. Una de las primeras tareas del Zen es experimentar de forma correcta el aquí y el ahora de manera que parezca que el tiempo se ha detenido. Los maestros de artes marciales desarrollan esta habilidad de manera que pueden ralentizar la percepción de los movimientos del contrario y actuar en consecuencia para obtener la victoria. Sin duda, ralentizar la percepción, nos da paso a apreciar muchos más detalles a nuestro alrededor.
Pero ocurre que el tiempo también nos parece muy largo cuando nos aburrimos, en este caso el retardo del tiempo no está bajo nuestro control, no es nuestra intención que ocurra así. El tiempo tanto externo como interno es lento y lo percibimos como algo desagradable. Cuando queremos ir rápido, más lento parece que nos movemos, un trayecto al hospital en una urgencia se nos antoja eterno. Y por otro lado, la falta de variedad en los sucesos que nos rodean, hace que el tiempo también sea más lento, esto claro está en nuestra cultura occidental donde somos adictos a los cambios rápido.



En un momento de la historia comprendimos que nos era indispensable una máquina que midiera exactamente el tiempo y eso ocurrió a través de varios factores socioeconómicos y psicológicos y con una comercialización agresiva. Antes, las citas importantes se regían por momentos concretos del día como el amanecer, de ahí que al amanecer ocurrieran sucesos históricos como batallas, duelos o grandes reuniones.


No obstante, eso no quiere decir que no hubiera relojes naturales. En Egipto contaban con el nilómetro, los luval en Zambia dividen el año en doce periodos heterogéneos en base en el clima y la vegetación, en Borneo los vahan lo hacen en ocho periodos. En occidente seguimos pensando que el tiempo que nos afectaba estaba relacionado con los ciclos naturales hasta que esa relación con la naturaleza se modificó y comenzamos una relación productiva diferente donde lo que pasara en la naturaleza no tenía una gran influencia en las actividades humanas. Apareció la revolución industrial e hizo que fuera necesaria la estandarización del tiempo y el uso del reloj de forma extendida.


El ritmo de la vida es el movimiento del tiempo tal y como la gente lo experimenta. Pero además debemos añadir otro concepto rescatado del lenguaje musical, el tempo. Este concepto es cualitativo e indica una acción subjetiva u orientativa de cómo ejecutar la pieza. En el tiempo humano es igual, aunque todos tenemos el mismo tiempo, la interpretación del mismo es diferente incluso en la misma cultura puesto que depende del propio individuo, de su contexto y de la tarea que realice. También hay varios factores que influencian a los grupos sociales a moverse más rápido o más lento. Robert Levine concluía en Una Geografía del Tiempo “Las personas son más propensas a moverse con mayor rapidez, en lugares con economías vitales, alto grado de industrialización, grandes poblaciones, climas más fríos y orientación cultural hacia el individualismo.” Cuanto más sana es la economía de un país, más rápido es el tempo, es decir, hay una gran conectividad entre el tempo y la economía.


Es una paradoja el hecho de que cuantas más creaciones hemos hecho para ahorrar tiempo hemos conseguido menos tiempo libre. Por ejemplo henos creado más maquinas para la limpieza, pero al mismo tiempo hemos elevado el concepto de higiene, por lo que mantener esos estándares implica un mayor tiempo para dejar los espacios casi asépticos. En palabras del antropólogo Marvin Harris  con respecto a los aparatos caseros modernos son “dispositivos economizadores de trabajo pero no ahorran trabajo”.


Entre cantidad de habitantes y velocidad de movimientos también hay estrecha relación como demuestran los estudios de Amato, Herbert Wright o Bornstein y con respecto al clima, son más lentos los países más cálidos según los estudios de Levine y también indica que las culturas más individualistas son más rápidas que las basadas en el colectivismo.
Por supuesto que dentro de cada tipo ya sea lento o rápido, hay variables individuales. Dentro de la misma cultura habrá individuos más acelerados que otros, y suele tener relación con la percepción de urgencia de tiempo, es decir, el esfuerzo por conseguir el máximo posible en el menor tiempo. Esto sobre todo lo vemos en las culturas de tipo rápido.  Por lo general, en occidente tenemos una eterna sensación de estar perdiendo el tiempo, de que no llegamos a las cosas que nos hemos planteado. Así nos enfadamos cuando el tráfico es lento, cuando alguien habla con rodeos, cuando los demás no son puntuales, cuando algo tarda en descargarse, cuando los datos de Internet son lentos…


Y de pronto el mundo cambió. Con la llegada del confinamiento por la pandemia del SARS- CoV-2 de pronto el tiempo cambió. Las sociedades postidustriales acostumbrada a vivir frenéticamente en ciudades altamente pobladas donde el ritmo de vida es más acelerado, aquellas en las que los horarios son imprescindibles y el tiempo se exprime en pos de una mayor producción, ahora mantiene a la mayoría de sus ciudadanos en casa. Y ahora  el tiempo  es distinto, donde es fácil no saber si es lunes o martes, si han pasado dos o tres días, la ansiedad de no estar organizados nos pesa como una losa. El problema de los cambios no es su profundidad, sino la velocidad a la que se produce. Hemos sufrido cambios a lo largo de la historia de la humanidad, pero los más traumáticos siempre han sido aquellos en los que el cambio se ha producido en un breve periodo de tiempo. En España por ejemplo de un día para otro cambiamos nuestra forma de relacionarnos con los demás. 



Las horas ya no significan lo mismo. Podemos decir que las horas más allá de un número estructurador del tiempo como magnitud, tienen otros significados. Las doce de la noche es una hora como otra cualquiera, pero nunca se nos ocurriría llamar por teléfono a esa hora, la respuesta es lógica, significaría que algo grave ocurre, pero si sería una hora a la que acostarnos por ejemplo. Qué pasa cuando el tiempo que usamos ya no se ajusta a esos significados. Las 8 de la mañana es la hora a la que muchos comienzan a trabajar pero ahora no pueden y tampoco están de vacaciones porque no pueden hacer lo que habitualmente hacen en ese tiempo cuando están de vacaciones. De pronto tenemos mucho tiempo y no sabemos qué hacer. ¿Está bien que nos levantemos tarde o debemos seguir las rutinas?¿Y qué hacemos a esa hora entonces?. Nos cuesta organizarnos porque nuestra forma de orientar el tiempo se basa en una economía productiva donde el “tiempo es oro”. ¿A qué hora está bien ir a dormir y si no tengo sueño, puedo llamar a las 12, qué puede pasar de malo si estoy en mi casa?


En occidente nos basamos en la productividad de manera que al producir y consumir más tenemos menos tiempo. El tiempo libre que tenemos se convierte en tiempo de consumo puesto que de no hacerlo se considera una pérdida de tiempo. ¿Entonces qué hacemos ahora con el tiempo que tenemos si no podemos producir (al menos una gran mayoría) ni tampoco lo podemos dedicar a consumir?
También hay otro factor a tener en cuenta. ¿Cómo elevaremos nuestra productividad, ahora y en el futuro puesto que puede que el virus haya llegado para acompañarnos durante bastante tiempo, si debemos dedicar un tiempo que antes no dedicábamos a equiparnos para proteger nuestra salud? ¿Se ampliarán entonces los horarios de trabajo para aumentar la producción?


Se nos antoja entonces posible que aquellos que tenían una percepción muy diferente a la que la temporalidad hegemónica nos había impuesto, asimilaran este cambio en la percepción y uso del tiempo con menos trauma. O al menos aquellos que bajo esta hegemonía, tienen un tempo distinto; donde llegar tarde no supone un problema, donde las citas se producen de una forma bastante relativa en cuanto a la puntualidad como arrojaban los estudios de Levine en Brasil o India. Quizá deberíamos aprender de Japón que son maestros tanto en la velocidad como en la lentitud.


En realidad no hay mejor o peor cultura del tiempo, cada una verá como extraños los protocolos de las demás, no conocen el lenguaje silencioso que se esconde detrás de los gestos de otras culturas y por lo tanto incurrirán en errores de interpretación.  Eso sí, ante un suceso como el confinamiento donde el sentido del tiempo ha cambiado de manera brusca, algunas tendrán menos dificultad para que sus participantes organicen el nuevo tiempo con menos dificultad.

Sonia Hidalgo.










Bibliografía
HALL, E. T. (1989) El lenguaje silencioso. Madrid. Alianza Editorial.
LEVINE, R. (2006) Una geografía del tiempo. Buenos Aires. Siglo XXI editores Argentina.
Ipaguirre, G., & Ardenghi, S. (2014). Tiempo y temporalidad desde la antropología y la física. Antropología Experimental, (11). Recuperado a partir de https://revistaselectronicas.ujaen.es/index.php/rae/article/view/1928


sábado, 4 de enero de 2020

Los juegos como parte de la socialización



Decía Johann Huizinga “El juego es más viejo que la cultura porque ésta presupone una sociedad humana”. Al igual que los humanos, los animales también juegan y no les hemos enseñado. Además lo hacen con reglas muy parecidas a las nuestras; una invitación a jugar, no hacer daño al atacar, divertirse.  El más sencillo de los juegos entre los animales, ya nos dice que va más allá de la ejercitación física. Por qué y para qué se juega tiene múltiples explicaciones, sin que éstas sean excluyentes entre sí. Cuando nos adentramos en algunas  de ellas, nos hacen reflexionar por ejemplo,  sobre el complejo mundo de la simbología en el ser humano. Si, el juego es mucho más que ejercicio y diversión.



Kith Kith

Nuestra especie siempre ha jugado. Se han encontrado tableros, elementos de puntuación, bolas de piedra, palos y otros elementos de juegos prehistóricos entre los que podemos destacar el datado en más de 7.000 años de antigüedad en Tennessee Occidental y que correspondería a un juego similar al juego del anillo y varilla. Se trata de un  hueso occipital de venado, tallado y pulimentado  que es atravesado por un asta de la misma especie  animal.


Uno de los padres de la antropología, Franz Boas, describió en 1888 un juego de lucha de cuerda entre los inuits canadienses. Dos equipos, los “Axigirn” (perdices) nacidos durante el invierno y los “Aggrin” (ánades) nacidos durante el verano, tiran de ambos lados de una cuerda de piel de foca trenzada. Si ganan los nacidos en verano es premonitorio de buen tiempo para el invierno. Se apacigua a Sedna y otros espíritus maléficos. Este caso nos demuestra que el juego tiene un carácter mágico-religioso, además de ejercitar a un pueblo para la práctica de la caza y la supervivencia en un clima extremo.


Entre los indios fueguinos, los juegos daban oportunidad de enlaces matrimoniales además de ejercitar el cuerpo para actividades cinegéticas y entre los navajo, la enfermedad era un asunto espiritual, de manera que los juegos muy presentes en los rituales de sanación, cumplían estrictas reglas para lograr la armonía de la persona con el universo.


Hay algo que comparten las ceremonias sagradas y los juegos. Tienen espacios concretos de celebración y tiempos de desarrollo, es decir, empiezan y terminan con reglas expresas. Sobre todo con respecto al espacio de juego, podemos decir que tanto si es un campo, un tablero, una mesa, una pantalla o cualquier otro soporte físico, supone un inciso, como un paréntesis que aísla ese espacio y momento de la vida, que transcurre alrededor de los participantes, en muchos casos son heterotopías.
El espacio para el ser humano es algo muy interesante.


No solo se trata de organizar el espacio físicamente para hacerlo accesible, utilizable, viable, sino que al hacerlo, organizamos nuestra vida. El lado izquierdo y el derecho tienen connotaciones muy diferentes por ejemplo: profano y divino, correcto e incorrecto etc. Con los juegos sucede igual y lo vemos más claramente con aquellos con terreno de juego o  de tablero. En relación a esto último, hay un concepto muy importante para el ser humano que es el “camino de la vida” y crea una serie de metáforas para materializarlo y practicarlo dando sentido a la vida.



El Juego de la Oca y el de La Rayuela nos enseñan bastante claramente esto del espacio y el orden de la vida. Al Juego de la Oca se le atribuye una gran antigüedad, algunos autores datan un antecedente en el siglo XIV a.de C. con el Disco de Festos. Vemos en este tablero que la vida es un movimiento a través del espacio. Reconocemos en él puentes, posada, pozo, laberinto, cárcel y otros conceptos más intrincados como el significado del números de casillas del ciclo (5) número de casillas (63), de ocas etc. Su disposición en espiral enrollada, ha permitido establecer incluso equivalencia con grabados prehistóricos. Una de las frases que han cambiado a lo largo del tiempo y que forman parte del juego es el “De oca a oca y tiro porque me toca” y que sustituye a otra más antigua “El que da en una oca, vuela hasta no dar en otra”. Se pronuncian al caer en una casilla concreta, la de la oca, y nos demuestra cómo en la vida también hay espacios, temporales o físicos, que hay que pasar sin detenernos demasiado, son  espacios fugaces.






La Rayuela

Rayuela es el nombre más conocido que damos a un juego tradicional muy extendido por multitud de países. Se trata de un trazado en el suelo que hay que ir recorriendo acompañándonos de una piedra-o pieza de otro material- que vamos tirando y recogiendo de los diferentes cuadrados. Los cuadrados van del 1 al 9 o 10 -dependiendo de la zona donde se juega- o palabras concretas y la forma de este recorrido varía entre una especie de rectángulo compartimentado con la zona superior redondeada, o una acumulación de cuadrados o pequeños rectángulos organizados en dos y uno siguiendo un modelo concreto. Estos compartimentos se recorren a la pata coja y se trata de no pisar ninguna línea ni caerse. También La Rayuela representa la metáfora del camino de la vida. Tiene antecedentes en grabados romanos del Foro de Roma e incluso anteriores, en Grecia. No es un juego de suerte sino de habilidad y no es tampoco un juego competitivo, salvo que se comparen los resultados de los participantes, pues uno solo puede jugar superándose en cada partida.


Vemos más claramente este camino por las denominaciones que en algunos lugares tienen las casillas. En lugar de números se llaman “cielo”,” infierno”, “purgatorio”, o en el hecho de tener que arrastrar la piedra al igual que se arrastra la vida a lo largo de la existencia. ¿Cómo podemos decir que este juego socializa a la comunidad? Por el hecho de que al equivocarnos en él estamos obligados a empezar de nuevo y con ello, a aprender a enfrentar las vicisitudes de la vida desde abajo, empezando las veces que sea necesario para seguir delante de la manera correcta.


 “Dama” en Bulgaria, “Class” en Israel, “Sotron” en Rumanía, “Tiàofángzi” en China, “Hopscotch” en Estados Unidos, “Mplé” en Costa de Marfil, “Sharita” en Marruecos, “Tangtomoki” en Corea, “Kith Kith en la India y así podríamos nombrar un sinfín de nombres más que se le ha dado a este juego a lo largo y ancho del mundo.


Los juegos y sobre todo sus reglas también representan las costumbres de una cultura. Por ejemplo, los niños San del Kalahari, no entienden el concepto de ganar o perder. Su sociedad aún sigue los preceptos de las sociedades de cazadores recolectores del pasado y en un entorno terriblemente extremo, donde la supervivencia se basa en la cooperación y la solidaridad entre sus miembros, no existe el concepto de “unos sobre otros”. Si jugaran a fútbol, no tendrían portería porque nadie gana o mejor dicho, todos lo hacen al compartir su tiempo y su diversión al tiempo que practican sus costumbres solidarias y cooperativas.


Para fijar la práctica de cualquier juego, es necesario que se transmita entre generaciones a través de la socialización, enculturación o porque se haya impuesto por otra cultura en un ejercicio de aculturación. Como en el caso de La Rayuela, bien la transmisión ha podido ser originaria del grupo humano concreto, bien se ha podido adquirir por los múltiples contactos entre culturas. En cualquier caso, ha llegado a nuestros días ya quizá no con el significado que tuvo antaño sea cual sea, pero si al menos con ese carácter lúdico. Desgraciadamente, el mundo actual ha relegado las actividades al aire libre a momentos muy concretos. Ya no se juega espontáneamente en la calle a estas cosas, cuando se hace suele ser en el marco de actividades extraescolares o culturales que promocionan la vida sana, la transmisión folclórica o cualquier otro motivo en esta línea.


Ya no necesitamos practicar nuestras habilidades cinegéticas ni enseñar preceptos mágico-religiosos. Ya no usamos los juegos como parte de rituales transcendentales de sanación o como propiciatorios momentos para fomentar las uniones matrimoniales o las alianzas ante un conflicto, ni garantizamos una buena cosecha o aplacamos la furia de los dioses con la prácticas de diversos juegos. Aunque los juegos hayan podido perder su significado inicial, mientras se sigan practicando adquirirán otros nuevos y seguirán ayudando a transmitir una cultura de generación en generación.

Sonia Hidalgo

 BIBLIOGRAFÍA

Bantula i Janot, J. Revista de Dialectología y Tradiciones Populares, 2006, julio-diciembre, vol. LXI, n.o 2, págs. 19-42, ISSN: 0034-7981.

Enriz, Noelia (2011). Antropología y juego: apuntes para la reflexión. Cuadernos de Antropología Social,  (34),93-114.[fecha de Consulta 4 de Enero de 2020]. ISSN: 0327-3776. Disponible en:   https://www.redalyc.org/articulo.oa?id=1809/180922374005

Velasco, H.M. Lecturas de Antropología Social y Cultural, La cultura y las Culturas. Universidad Nacional de Educación a Distancia. Madrid, 2010

Caillois,R. Los juegos y los hombres, La máscara y el vértigo,Editorial Fondeo de Cultura Económica 1986.

Huizinga J. Homo ludens. Alianza editorial 1998

Imagen de las Rayuelas :Lecturas de Antropología Social y Cultural, La cultura y las Culturas








sábado, 21 de diciembre de 2019

El olfato y su descenso a los infiernos.



La primera vez que pisé las calles de Pekín me di cuenta de algo que no me había pasado nunca. No identificaba los olores. No se trataba de saber si olía bien o mal, cosa que tampoco supe decidir, la cuestión radicaba en que por más que intentaba identificar olores resulta que no los había olido nunca. Fue un momento extraordinario porque para nosotros los occidentales, tan acostumbrados a tener cualquier cosa desconocida a nuestra mano con un solo clic, en ese preciso instante yo tenía la suerte de estar experimentando algo que nunca había entrado en contacto conmigo. También hace mucho a través de qué sentido estaba pasando aquello, el olfato, el gran olvidado y despreciado de los sentidos junto con el tacto. Y esto es mucho decir para una persona que cuando ve algo que no conoce, lo primero que hace es olerlo, aunque sea de metal lo que parece bastante inútil.





 Si no has visto nunca un baile polinesio, recurres a YouTube,  si nunca has escuchado el idioma Quechua te puedes valer del SoundCloud, o si no  has visto las montañas del Himalaya también puedes ver una fotografía aunque la impresión de verlo en directo sea distinta. ¿Pero qué haces para oler algo que nunca has olido y no está cerca de ti para llevarlo a tu nariz? No hay aplicación que lo envase y te lo ofrezca.

Alguien podría meter aire oloroso en un bote y enviarlo a nuestra casa y si, allí destaparlo y oler pero creo que solo lo podríamos hacer con cosas concretas. ¿A qué olían las calles de Pekín en aquel preciso instante? Seguro que se mezclaba olor de comida, de polución, del rastro de animales y sobre todo de personas. En aquel preciso instante en el que yo paseaba por  Wangfujing confluyeron muchas cosas que cada día estaban allí, pero también otras que se aportaron en aquel momento entre las que me encontraba yo y mi propio olor. EL olor no es más que átomos en suspensión que viajan de un lado a otro, que respiramos unos y otros y volvemos a expulsar por lo que de alguna manera a través del olor estamos en contacto con la historia de la propia humanidad.

El ojo triunfador.

Cuando llegó la ilustración, comenzó una cruzada contra el olor. Sería el ojo el órgano principal para conocer el mundo y muchas son las metáforas que nos lo recuerdan “arrojar luz sobre la oscuridad” o “la luz de la razón”. Hasta ese momento los médicos olían a los pacientes, a sus secreciones para identificar compuestos que los llevaban a deducir el tipo de enfermedad o dolencia que sufrían. La superviviencia humana tuvo mucho que ver con identificar el olor del depredador  pero hemos evolucionado y depender del olfato para sobrevivir parecería que tengamos todavía un grado alto de animalismo. 

Hoy no nos imaginamos a la gente que para conocerse se olfatea, al menos no en nuestra cultura occidental. Si que para diferenciarnos del otro, para denigrar al otro usamos identificativos odoríferos. Durante los años de la inquisición en España, curiosamente en la zona de Jaén, se decía que los judíos tenían un olor característico porque freían su comida en aceite de oliva cuando los cristianos lo hacían en manteca de cerdo.




Lo malo, la enfermedad, venía de los malos olores. Esto ocurría hasta el siglo XIX, así que los buenos olores provocaban lo contrario. La corte de Luis XVI se llenó de perfumes que no solo servían para enmascarar el olor de los presentes, también para evitar enfermedades. Y es curioso porque algunos olores muy apreciados como el almizcle o el ámbar no provienen de cosas precisamente catalogadas como buenas. El almizcle proviene de una glándula del ano del ciervo almizclero y el ámbar gris del vómito del cachalote.

En nuestra sociedad se produjo una caída en picado del sentido del olfato a través de dos líneas: El discurso médico-higienista y la domesticación del agua como instrumento de limpieza y desodorización. Alain Corbin (1987) fue el primero en interesarse en la percepción olfativa a través de la historia en su libro sobre el perfume o el miasma en los siglos XVIII y XIX. A través del libro conocemos las relaciones entre el control del Estado y la dominación olfativa del espacio público, la economía agrícola de las heces y la regulación de la limpieza de las letrinas, nos expone las paradojas y contradicciones de los procesos sociales sujetos al cambio. La vista es el sentido de la civilización y el olfato de la animalidad. 

Esta descalificación comenzó según Corbin en el siglo XVIII con el refinamiento de las clases burguesas y contribuyó mucho la medicina, donde la desodorización estaba relacionada directamente con la desinfección. Cuando se rompió gracias a Pasteur la relación entre el mal olor y la infección, el importante papel de la medicina en cuanto a la desodorización paso a los moralistas.

Pero también tenemos que decir que esta desodorización no es solo cultural en cuanto a normas, también los estilos de vida han contribuido notablemente sobre todo en las últimas etapas de nuestra historia humana. Hemos atrofiado nuestro olfato según Jacques Puisais por cuatro causas: Privaciones de la guerra y la posguerra, aumento del uso del azúcar en la alimentación, consumo de alcohol y tabaquismo. Sociólogos e historiadores prefieren acusarlo a una mayor sensibilidad hacia el ambiente olfativo de manera que permite clasificar a las sociedades como odoríferas y odofóbicas. Mientras que  las primeras usan el olfato para identificación y reconocimiento social, las segundas prefieren domesticar, dominar y eliminar los olores.




Decía Margaret Mead (1937) que los individuos son más o menos sensibles a los olores dependiendo de de los países y de las culturas. Un equipo de neurobiólogos del Intituto Weizmann de Rehovot, Israel y de la Universidad de Berkeley en California, indican que es innato que percibamos los olores como agradables o desagradables aunque con algunos condicionantes culturales. Esto es debido a que  los olores reflejan las características de las moléculas. 

Por otro lado existe otro experimento que realizaron en el Centro de Investigación de Neurociencia de Lyon y el Instituto Neurológico de Montreal, en Francia y Canadá respectivamente. Franceses y canadienses tenían diferencias significativas con respecto a la clasificación de los olores que les mostraron. Por ejemplo ante la gaulteria, los canadienses tenían calificaciones más positivas y esto era porque la gaulteria en Francia se usa para medicamentos y en Canadá en caramelos. Este estudio refuerza la idea de que nuestro cerebro no reacciona con respecto a los olores solo por los compuestos químicos que componen su olor, sino que también está influenciado con nuestra experiencia con respecto a ese olor.


Perfumes y otros olores

Los perfumes en nuestra cultura europea o norteamericana, sirven más para ocultar nuestro olor corporal y que nuestra persona sea asociada a un status social determinado. En el antiguo Egipto, los perfumes estaban relacionados con la inmortalidad. Se han encontrado vasijas de vidrio que después de miles de años, aún almacenan el olor de los perfumes que guardaron.

La cultura árabe no desprecia el olor del aliento de un amigo. Pedir oler a la novia ante un casamiento para informarse de si es una candidata adecuada, no está relacionado con el olor corporal como lo interpretaríamos nosotros, se busca saber si hay un olor residual de enojo o descontento.

En Bali los amantes se saludan respirando profundamente al otro y los Kanum-irebe de Nueva Guinea ante una despedida de un amigo, se tocan las axilas para quedarse con el olor del otro e impregnarlo en uno mismo.

En Japón es frecuente oler a comida, puesto que suelen comer en cualquier parte y la llevan consigo. Esta comida es bastante especiada y es normal que todo a nuestro alrededor huela de forma muy intensa.

Cuando los occidentales llegamos a América, lo primero que experimentaron era el uso que se hacía del agua en cuanto a higiene. Se lavaban varias veces al día así que el choque cultural que hubo, cuando los europeas venían con fuertes olores por la falta de higiene, por las heces de los caballos o la pólvora, fue extraordinario en cuanto a olores. Hombres y mujeres tenían gran preocupación por ser placenteros al olfato, algo que no entendían españoles, portugueses, franceses e ingleses que llegaron con costumbres bastante diferentes.





Olor y Poder

Decíamos que el olfato es un sentido muy denostado. Ni siquiera tiene un vocabulario especializado para referirnos a él. Huele bien o mal, es más, si tenemos que dar algo más de información recurrimos a otros sentidos, huele agrio, suave o áspero. En muchas ocasiones simplemente llevan el propio nombre del objeto a oler: huele a café pero ¿A qué huele un geranio? Pues a geranio. No nos hemos molestado ni en darle un sistema de clasificación científico. Hay cuatro gustos básicos, la vista está determinada por la luz que exhibe propiedades de partícula o variación de onda, el tacto se vale de temperatura, presión, dolor. Pero en cuanto al olor no hay mucho acuerdo. Linneo propuso que hay siete tipos de olor- caprino, fragante, ambrosaico, aliáceo, impuro, aromático y nauseabundo. Sin embargo no es muy específico, una flor puede ser aromática o fragante. Pero lo que sí hemos hecho es valernos de él para construir la moral grupal.


Decía Orwell que el verdadero secreto tras las distinciones de clase está en el olfato. Las distinciones de clase en  Occidente se resumen en cuatro palabras “las clases populares huelen”. Hay muchas creencias sobre la clase trabajadora pero la que no se puede sobrellevar es la repulsión física. Pueden ser  ignorantes, rústicos, borrachos pero el daño real es la convicción de que es sucia.

Thomas Jefferson dijo como muchos blancos hacían que los negros tenían un olor muy fuerte y desagradable. Benjamin Rush atribuía el olor a la lepra y John Dollard indicó que los blancos tenían esa detección del desagradable olor como una “medida defensiva”. El olor justificaba la segregación  institucional y la opresión racial norteamericana o la discriminación en otros países. Y esto no solo ocurre con el color de la piel, Adolf Hitler decía que el olor a judío denotaba su moho moral. También sirve para etiquetar y separar a hombres y mujeres. Hasta no hace mucho y en muchos lugares sigue siendo así, el hombre tiene que oler fuerte, a bebida, a sudor y la mujer a perfume indicando la fuerza de uno y otro sexo.

Pero estas clasificaciones no solo son desde los occidentales hacia el resto, esta estrategia la usan otras poblaciones. Para los orientales, decía Orwell, que los europeos olían mal. Los japoneses describen a los europeos como bata-kusai ( apestan a mantequilla) y los birmanos dicen que huelen a cadáver.

Cuando olemos construimos moralmente la realidad. Si llevamos impregnado el olor a comida, a cotidianida en nuestra sociedad, informa de que realizamos trabajos alejados de un status social alto. El olor de ciertas comidas se relaciona con el pueblo llano y sencillo, por lo que tener ese olor en nosotros nos separa del resto en una categoría distinta socialmente. Tenemos que oler o no oler a algo para enclavarnos en una categoría social y cultural. Usar aromas nos viene de muy antiguo, Egipto y Babilonia. Usamos fragancias en ceremonias religiosas, ritos culturales, sociales y políticos, para sanarnos, para alimentarnos incluso se han usado en el mortero para la construcción de ciertas mezquitas. 

El olor siempre está presente y lo utilizamos de muchas maneras, pero siempre hay algo que chirría. En palabras de Nietzsche

“Lo que más profundamente separa a dos personas son un sentido y un grado diferentes de pulcritud. Lo que sirve para la decencia y la utilidad mutua y la buena voluntad del uno hacia el otro, al final de cuentas, el hecho está ahí: “Ninguno soporta el olor del otro” (1966:221)”


Sonia Hidalgo Moreno

Bibliografía


Corbin A. 1982 Le miasme et la jonquille.L’odorat et l´’imaginaire social. XVIII-XIX siècles. París,Editions Aubier Montaigne.

La cultura de los olores. Una aproximación antropológica de los sentidos. Cristina Larrea Killinger. Ediciones ABYA-YALA 1997




domingo, 15 de diciembre de 2019

La silvicultura, mirando al pasado para salvar el futuro

Hace mucho, mucho tiempo en un planeta muy lejano, el ser humano modificó su relación con el medio que lo rodeaba y consiguió su propia extinción. Éste podría ser el comienzo de una obra de teatro, de una novela o de una película, pero por desgracia muy posiblemente sea una realidad dentro de no demasiado tiempo. Nos quedamos sin plazo y no nos damos cuenta de que algunas de las muchísimas soluciones que son necesarias para frenar nuestro viaje suicida, las llevamos practicando desde el mismo momento en el que el viaje comenzó.
Son muchas las voces que nos dicen que nos quedamos sin planeta. Gigantescos incendios en la Amazonia, Siberia o centro de África; deshielo de glaciares y aumento del nivel de los océanos; graves inundaciones en diferentes latitudes; sequías interminables y otras catástrofes naturales extremas o incluso pérdida de especies como los corales por el aumento de la temperatura de nuestros mares, son alguna de las señales que nos auguran un mal pronóstico a la raza humana. Sin duda hay tantas cosas que hemos hecho mal, que la solución  es extremadamente compleja. Pero como todo, por algún lado hay que empezar y una medida interesante que hay que potenciar es la silvicultura para intentar aportar un granito de arena y no abocarnos a un destino bastante oscuro.
“La silvicultura (del latín silva, selva, bosque, y cultura, cultivo) es la disciplina que trata sobre la gestión de los bosques o montes forestales  y también, por extensión, la ciencia que trata de este cultivo”.
Se trata por tanto de obtener una producción continua y sostenible de bienes y servicios que pueden ofrecernos las masas forestales. La silvicultura siempre ha estado al servicio de la conservación del medio ambiente, protección de las cuentas hidrográficas y de los pastos. A diferencia de la agricultura, la silvicultura tiene una producción diversa y por tanto necesita compatibilizar producción y externalización. Se puede dividir la masa productiva en la producción directa como la madera, leña, corcho, caza, resina entre otros productos y la indirecta que comprende todo lo que genera la propia masa, como la biodiversidad o la regulación del ciclo hidrológico.
La silvicultura se apoya en otras disciplinas como la ecología, edafología, climatología, geobotánica entre otras y engloba dentro de su campo la pascicultura o ciencia que gestiona la producción sostenible de los pastos. La silvopascicultura engloba ambos campos y por ejemplo es la encargada de la gestión de las dehesas.
Situamos su aparición en la edad media, cuando los señores feudales de Europa Central aprovecharon los bosques tanto para la construcción de sus ciudades como el aprovechamiento cinegético de los mismos. Como disciplina científica tenemos que situarnos en Alemania en el siglo XVII.
Al principio, la silvicultura perseguía una producción óptima de cultivos de madera casi en exclusividad. Actualmente se tienen otros objetivos ecológicos con otros recursos, como encontrar un equilibrio entre las necesidades ecológicas, biológicas y también económicas de los cultivos.
Los sistemas de trabajo van a variar dependiendo del tipo de producción que se quiera, así si se trata de cantidad, se trabajará en que haya un crecimiento anual mayor y si es calidad, se controlará el crecimiento según el terreno; la conservación del suelo o regularización de cursos hídricos exigirá una poda o corte de árboles muy controlado, etc. Es decir, se trata de procesos muy complejos ya que así es la naturaleza. El estudio de lo que es mejor para tener un beneficio manteniendo sostenible el medio de donde lo obtenemos, hace necesario estudios concretos para mantener el sistema productivo durante mucho tiempo. De hecho, a diferencia de la agricultura, estos estudios  no se prevén anualmente, sino que se trata de estudios que ocupan entre 30-50 y hasta 200 años.
Calcular los beneficios no es tarea fácil puesto que hay múltiples factores y diferentes consecuencias que hay que ir ajustando continuamente, de ahí la necesidad de estar en contacto con otras disciplinas.
Podemos practicar la silvicultura de manera intensiva; optimizando con diversas técnicas silvícolas la superficie forestal dedicada al cultivo o de forma extensiva; donde los cultivos se sitúan en diferentes áreas de bosques naturales, ofreciendo otros servicios a la población como el turismo, garantizando la producción y el mantenimiento de los montes.
Como todo, la silvicultura tiene ventajas, pero también desventajas.
Como ventajas encontramos
  • La reforestación de áreas que han sido deforestadas por incendios o por la acción del clima.
  • Al cuidar los bosques, ayudamos a que estos absorban el CO2 reduciendo la contaminación por gases de efecto invernadero y a que se produzca más O2.
  • Ayudamos a que los bosques y selvas eviten la erosión del suelo. Garantizamos así una fuente de nutrientes que favorece la biodiversidad, pero también mitigamos los efectos de las lluvias torrenciales.
  • También contribuimos a que se regule el clima, que baje las temperaturas por la sombra de los árboles o la evapotranspiración. Esta evapotranspiración sobre todo en zonas tropicales, crea grandes masas nubosas que reflejan las radiaciones del sol, disminuyendo la temperatura del planeta.
  • Se fomenta la biodiversidad, al cobijar diversas especies animales y vegetales al abrigo de los bosques y selvas.

Inconvenientes

Una mala gestión de los bosques cuando no se conoce bien el terreno, los cultivos, las técnicas etc, puede producir el efecto contrario al deseado. Es decir, una tala excesiva o la introducción de una especie no adecuada o incompatible con las autóctonas, puede poner en peligro todo el sistema. Además la mala gestión de la mano de obra, como pasa en otros campos de actividad económica, da lugar a trabajadores subcontratados con malas condiciones laborales. En un mercado muy competitivo, bajar los costos de mercado recae habitualmente en los trabajadores y sus salarios, además de sus condiciones laborales. En países en desarrollo, la silvicultura es una de las tres ocupaciones más peligrosas. Si bien en países europeos, la formación de los trabajadores así como sus condiciones han mejorado, no es así en otros países más pobres donde se entra en un círculo vicioso de mala gestión, malos resultados, malas condiciones.

Algunos ejemplos: Las cabras bomberas

Pensar que la naturaleza siempre se ha autorregulado y que ahora también lo hace es un tremendo error. Si, la naturaleza tiene sus mecanismos, pero no cuenta con los activos que tenía antes. Es decir, hemos modificado el paisaje, hemos sustituido bosques por cultivos, o unos bosques autóctonos por otros en base a intereses económicos. También hemos sustituido la fauna o la hemos eliminado, hemos modificado nichos biológicos e introducido actividad humana donde antes no la había. Por lo tanto, la naturaleza no cuenta con sus herramientas lógicas para autorregularse. Nosotros lo hemos modificado, nosotros debemos arreglarlo.
Durante mucho tiempo, ganaderos y agricultores estaban enfrentados por los terrenos. La idea era la extensión de la actividad en lugar de utilizar los mismos espacios de forma eficaz. Pero ante la degradación que supone esas políticas extensivas, se alzan voces y programas que abogan por sistemas integrados de manejo de cultivo y ganadería. Si se realiza una buena gestión de la actividad, el ganado no tiene por qué comerse los brotes tiernos. En el caso de nuestros bosques, tan castigados por los fuegos, podemos nombrar la Estación Experimental del Zaidin como ejemplo de estudios sobre prácticas de pastoreo y sistemas silvopastoriles.
En el caso de nuestros bosques, por ejemplo, el uso de ganado para limpiar los cortafuegos o para limpiar de maleza el cuerpo del bosque, disminuye la propagación de los incendios. Además con las heces fertilizan el suelo y ayudan a la reforestación. Esta gestión, supone una actividad económica sostenible al aunar la explotación del bosque y su cuidado, con el mantenimiento del ganado.

Los cauces de los ríos

Quizás la vida es como un río que va al mar. No ha ido donde creía ir, pero ha acabado dónde necesitaba estar.
Fabrizio Caramagna
Ingenieros, geógrafos y urbanistas coinciden que nadie está bastante preparado para enfrentar una tromba de agua que descargue 450 litros por metro cuadrado como ha pasado este septiembre en nuestro litoral Mediterráneo. Pero debemos asumir el factor humano en  los daños que provoca, para poder mitigar las consecuencias de estos episodios.
Pretender creer que las inundaciones y sequías de la zona del Mediterráneo son fenómenos puntuales es la mejor manera de que cada año suframos las terribles consecuencias de una inundación de grandes proporciones. No, el clima Mediterráneo no funciona así. Lo primero que debemos hacer es diferenciar entre crecida e inundación. En una crecida, el caudal del río aumenta y ocupa zonas del río que van más allá del cauce pero que olvidamos que son río también y que se denominan cauces fluviales. Estos cauces son necesarios para la biodiversidad y la buena salud de las cuencas hidrográficas y, por lo tanto, hay que respetarlas.
Por otro lado, una inundación se produce cuando el agua ocupa zonas que no son del cauce del río, es decir, donde no debería haber agua. El daño que una inundación provoca está relacionado con la cantidad de exposición de bienes y población, o lo que es lo mismo, con el grado de ocupación de zonas inundables. Es por esto que si respetamos las zonas inundables, una crecida del río no tiene por qué desembocar en una inundación.
Concluyendo, el riesgo de inundación tiene dos factores: Peligro debido al clima (lluvias torrenciales) y exposición de población y bienes (proporción de población y bienes que se encuentran en zonas inundables, si, donde no deben).
Muchas son las voces que claman como solución una mayor limpieza de los ríos, pero en realidad eso es una solución bastante nimia en estos casos, aunque no por ello debemos descuidar el estado de los cauces. Limpiar de cañas las márgenes de los ríos evita que sean arrastradas en una riada, pero no es fácil erradicar las cañas de los ríos, se invierte mucho dinero y el problema persiste. Para evitar las temidas baldomeras, se debe recuperar el bosque de ribera y la vegetación natural. Este bosque no es arrastrado como las cañas. Y entonces si es eficaz esa limpieza de los cauces.
La urbanización de zonas inundables no solo provoca daños puesto que esas urbanizaciones están en el paso del agua, el sellado del suelo con el asfalto hace que este agua no se filtre a zonas subterráneas. La impermeabilización hace que se acumule más agua y que corra más rápido y con más fuerza. Cuidar el cauce del río también significa respetar su curso. Canalizar el rio, montar motas y ramblas no naturales, diques etc, paradójicamente puede provocar el efecto contrario ante grandes crecidas. Es por ello que la vieja gestión hidráulica debe ser revisada muy a fondo y, sobre todo, tener en cuenta lo que decía al principio. El clima Mediterráneo no tiene estos picos de lluvias o sequías de forma esporádica, se trata de un clima fluctuante que lleva comportándose como lo hace ahora (eso sí, ahora agravado por el cambio climático) hace siglos. La idea no es ir contra él, sino adaptarse y minimizar daños al tiempo que le sacamos beneficio.

Conclusión

Hemos hecho tantas cosas mal durante tanto tiempo, que la solución a nuestro problema de medio ambiente es muy compleja. No podemos echar la culpa a que los consumidores no reciclamos cuando las grandes superficies nos envasan cada alimento con plástico. Nuestro coche contamina, pero también lo hacen y en mayor medida los aviones, por lo que se hace necesario establecer alternativas al transporte más contaminante. Es decir, nosotros desde nuestra posición, tenemos que mejorar el comportamiento medioambiental, pero ese comportamiento debe ser modificado también a gran escala, incidiendo en las grandes prácticas que priman el beneficio económico de diversas actividades humanas sobre la conservación de nuestro planeta. Repensar nuestra relación con el planeta es extremadamente necesario, por lo que potenciar aquello que ha sido anteriormente eficiente y sostenible, nos pone en el buen camino.
                Sonia Hidalgo

Referencias

Imágenes
Imagen 1: noticias Piura 3.0
Imagen 2: Rvtv

Imagen 3: Archivo de la comunidad de montes