sábado, 21 de diciembre de 2019

El olfato y su descenso a los infiernos.



La primera vez que pisé las calles de Pekín me di cuenta de algo que no me había pasado nunca. No identificaba los olores. No se trataba de saber si olía bien o mal, cosa que tampoco supe decidir, la cuestión radicaba en que por más que intentaba identificar olores resulta que no los había olido nunca. Fue un momento extraordinario porque para nosotros los occidentales, tan acostumbrados a tener cualquier cosa desconocida a nuestra mano con un solo clic, en ese preciso instante yo tenía la suerte de estar experimentando algo que nunca había entrado en contacto conmigo. También hace mucho a través de qué sentido estaba pasando aquello, el olfato, el gran olvidado y despreciado de los sentidos junto con el tacto. Y esto es mucho decir para una persona que cuando ve algo que no conoce, lo primero que hace es olerlo, aunque sea de metal lo que parece bastante inútil.





 Si no has visto nunca un baile polinesio, recurres a YouTube,  si nunca has escuchado el idioma Quechua te puedes valer del SoundCloud, o si no  has visto las montañas del Himalaya también puedes ver una fotografía aunque la impresión de verlo en directo sea distinta. ¿Pero qué haces para oler algo que nunca has olido y no está cerca de ti para llevarlo a tu nariz? No hay aplicación que lo envase y te lo ofrezca.

Alguien podría meter aire oloroso en un bote y enviarlo a nuestra casa y si, allí destaparlo y oler pero creo que solo lo podríamos hacer con cosas concretas. ¿A qué olían las calles de Pekín en aquel preciso instante? Seguro que se mezclaba olor de comida, de polución, del rastro de animales y sobre todo de personas. En aquel preciso instante en el que yo paseaba por  Wangfujing confluyeron muchas cosas que cada día estaban allí, pero también otras que se aportaron en aquel momento entre las que me encontraba yo y mi propio olor. EL olor no es más que átomos en suspensión que viajan de un lado a otro, que respiramos unos y otros y volvemos a expulsar por lo que de alguna manera a través del olor estamos en contacto con la historia de la propia humanidad.

El ojo triunfador.

Cuando llegó la ilustración, comenzó una cruzada contra el olor. Sería el ojo el órgano principal para conocer el mundo y muchas son las metáforas que nos lo recuerdan “arrojar luz sobre la oscuridad” o “la luz de la razón”. Hasta ese momento los médicos olían a los pacientes, a sus secreciones para identificar compuestos que los llevaban a deducir el tipo de enfermedad o dolencia que sufrían. La superviviencia humana tuvo mucho que ver con identificar el olor del depredador  pero hemos evolucionado y depender del olfato para sobrevivir parecería que tengamos todavía un grado alto de animalismo. 

Hoy no nos imaginamos a la gente que para conocerse se olfatea, al menos no en nuestra cultura occidental. Si que para diferenciarnos del otro, para denigrar al otro usamos identificativos odoríferos. Durante los años de la inquisición en España, curiosamente en la zona de Jaén, se decía que los judíos tenían un olor característico porque freían su comida en aceite de oliva cuando los cristianos lo hacían en manteca de cerdo.




Lo malo, la enfermedad, venía de los malos olores. Esto ocurría hasta el siglo XIX, así que los buenos olores provocaban lo contrario. La corte de Luis XVI se llenó de perfumes que no solo servían para enmascarar el olor de los presentes, también para evitar enfermedades. Y es curioso porque algunos olores muy apreciados como el almizcle o el ámbar no provienen de cosas precisamente catalogadas como buenas. El almizcle proviene de una glándula del ano del ciervo almizclero y el ámbar gris del vómito del cachalote.

En nuestra sociedad se produjo una caída en picado del sentido del olfato a través de dos líneas: El discurso médico-higienista y la domesticación del agua como instrumento de limpieza y desodorización. Alain Corbin (1987) fue el primero en interesarse en la percepción olfativa a través de la historia en su libro sobre el perfume o el miasma en los siglos XVIII y XIX. A través del libro conocemos las relaciones entre el control del Estado y la dominación olfativa del espacio público, la economía agrícola de las heces y la regulación de la limpieza de las letrinas, nos expone las paradojas y contradicciones de los procesos sociales sujetos al cambio. La vista es el sentido de la civilización y el olfato de la animalidad. 

Esta descalificación comenzó según Corbin en el siglo XVIII con el refinamiento de las clases burguesas y contribuyó mucho la medicina, donde la desodorización estaba relacionada directamente con la desinfección. Cuando se rompió gracias a Pasteur la relación entre el mal olor y la infección, el importante papel de la medicina en cuanto a la desodorización paso a los moralistas.

Pero también tenemos que decir que esta desodorización no es solo cultural en cuanto a normas, también los estilos de vida han contribuido notablemente sobre todo en las últimas etapas de nuestra historia humana. Hemos atrofiado nuestro olfato según Jacques Puisais por cuatro causas: Privaciones de la guerra y la posguerra, aumento del uso del azúcar en la alimentación, consumo de alcohol y tabaquismo. Sociólogos e historiadores prefieren acusarlo a una mayor sensibilidad hacia el ambiente olfativo de manera que permite clasificar a las sociedades como odoríferas y odofóbicas. Mientras que  las primeras usan el olfato para identificación y reconocimiento social, las segundas prefieren domesticar, dominar y eliminar los olores.




Decía Margaret Mead (1937) que los individuos son más o menos sensibles a los olores dependiendo de de los países y de las culturas. Un equipo de neurobiólogos del Intituto Weizmann de Rehovot, Israel y de la Universidad de Berkeley en California, indican que es innato que percibamos los olores como agradables o desagradables aunque con algunos condicionantes culturales. Esto es debido a que  los olores reflejan las características de las moléculas. 

Por otro lado existe otro experimento que realizaron en el Centro de Investigación de Neurociencia de Lyon y el Instituto Neurológico de Montreal, en Francia y Canadá respectivamente. Franceses y canadienses tenían diferencias significativas con respecto a la clasificación de los olores que les mostraron. Por ejemplo ante la gaulteria, los canadienses tenían calificaciones más positivas y esto era porque la gaulteria en Francia se usa para medicamentos y en Canadá en caramelos. Este estudio refuerza la idea de que nuestro cerebro no reacciona con respecto a los olores solo por los compuestos químicos que componen su olor, sino que también está influenciado con nuestra experiencia con respecto a ese olor.


Perfumes y otros olores

Los perfumes en nuestra cultura europea o norteamericana, sirven más para ocultar nuestro olor corporal y que nuestra persona sea asociada a un status social determinado. En el antiguo Egipto, los perfumes estaban relacionados con la inmortalidad. Se han encontrado vasijas de vidrio que después de miles de años, aún almacenan el olor de los perfumes que guardaron.

La cultura árabe no desprecia el olor del aliento de un amigo. Pedir oler a la novia ante un casamiento para informarse de si es una candidata adecuada, no está relacionado con el olor corporal como lo interpretaríamos nosotros, se busca saber si hay un olor residual de enojo o descontento.

En Bali los amantes se saludan respirando profundamente al otro y los Kanum-irebe de Nueva Guinea ante una despedida de un amigo, se tocan las axilas para quedarse con el olor del otro e impregnarlo en uno mismo.

En Japón es frecuente oler a comida, puesto que suelen comer en cualquier parte y la llevan consigo. Esta comida es bastante especiada y es normal que todo a nuestro alrededor huela de forma muy intensa.

Cuando los occidentales llegamos a América, lo primero que experimentaron era el uso que se hacía del agua en cuanto a higiene. Se lavaban varias veces al día así que el choque cultural que hubo, cuando los europeas venían con fuertes olores por la falta de higiene, por las heces de los caballos o la pólvora, fue extraordinario en cuanto a olores. Hombres y mujeres tenían gran preocupación por ser placenteros al olfato, algo que no entendían españoles, portugueses, franceses e ingleses que llegaron con costumbres bastante diferentes.





Olor y Poder

Decíamos que el olfato es un sentido muy denostado. Ni siquiera tiene un vocabulario especializado para referirnos a él. Huele bien o mal, es más, si tenemos que dar algo más de información recurrimos a otros sentidos, huele agrio, suave o áspero. En muchas ocasiones simplemente llevan el propio nombre del objeto a oler: huele a café pero ¿A qué huele un geranio? Pues a geranio. No nos hemos molestado ni en darle un sistema de clasificación científico. Hay cuatro gustos básicos, la vista está determinada por la luz que exhibe propiedades de partícula o variación de onda, el tacto se vale de temperatura, presión, dolor. Pero en cuanto al olor no hay mucho acuerdo. Linneo propuso que hay siete tipos de olor- caprino, fragante, ambrosaico, aliáceo, impuro, aromático y nauseabundo. Sin embargo no es muy específico, una flor puede ser aromática o fragante. Pero lo que sí hemos hecho es valernos de él para construir la moral grupal.


Decía Orwell que el verdadero secreto tras las distinciones de clase está en el olfato. Las distinciones de clase en  Occidente se resumen en cuatro palabras “las clases populares huelen”. Hay muchas creencias sobre la clase trabajadora pero la que no se puede sobrellevar es la repulsión física. Pueden ser  ignorantes, rústicos, borrachos pero el daño real es la convicción de que es sucia.

Thomas Jefferson dijo como muchos blancos hacían que los negros tenían un olor muy fuerte y desagradable. Benjamin Rush atribuía el olor a la lepra y John Dollard indicó que los blancos tenían esa detección del desagradable olor como una “medida defensiva”. El olor justificaba la segregación  institucional y la opresión racial norteamericana o la discriminación en otros países. Y esto no solo ocurre con el color de la piel, Adolf Hitler decía que el olor a judío denotaba su moho moral. También sirve para etiquetar y separar a hombres y mujeres. Hasta no hace mucho y en muchos lugares sigue siendo así, el hombre tiene que oler fuerte, a bebida, a sudor y la mujer a perfume indicando la fuerza de uno y otro sexo.

Pero estas clasificaciones no solo son desde los occidentales hacia el resto, esta estrategia la usan otras poblaciones. Para los orientales, decía Orwell, que los europeos olían mal. Los japoneses describen a los europeos como bata-kusai ( apestan a mantequilla) y los birmanos dicen que huelen a cadáver.

Cuando olemos construimos moralmente la realidad. Si llevamos impregnado el olor a comida, a cotidianida en nuestra sociedad, informa de que realizamos trabajos alejados de un status social alto. El olor de ciertas comidas se relaciona con el pueblo llano y sencillo, por lo que tener ese olor en nosotros nos separa del resto en una categoría distinta socialmente. Tenemos que oler o no oler a algo para enclavarnos en una categoría social y cultural. Usar aromas nos viene de muy antiguo, Egipto y Babilonia. Usamos fragancias en ceremonias religiosas, ritos culturales, sociales y políticos, para sanarnos, para alimentarnos incluso se han usado en el mortero para la construcción de ciertas mezquitas. 

El olor siempre está presente y lo utilizamos de muchas maneras, pero siempre hay algo que chirría. En palabras de Nietzsche

“Lo que más profundamente separa a dos personas son un sentido y un grado diferentes de pulcritud. Lo que sirve para la decencia y la utilidad mutua y la buena voluntad del uno hacia el otro, al final de cuentas, el hecho está ahí: “Ninguno soporta el olor del otro” (1966:221)”


Sonia Hidalgo Moreno

Bibliografía


Corbin A. 1982 Le miasme et la jonquille.L’odorat et l´’imaginaire social. XVIII-XIX siècles. París,Editions Aubier Montaigne.

La cultura de los olores. Una aproximación antropológica de los sentidos. Cristina Larrea Killinger. Ediciones ABYA-YALA 1997




domingo, 15 de diciembre de 2019

La silvicultura, mirando al pasado para salvar el futuro

Hace mucho, mucho tiempo en un planeta muy lejano, el ser humano modificó su relación con el medio que lo rodeaba y consiguió su propia extinción. Éste podría ser el comienzo de una obra de teatro, de una novela o de una película, pero por desgracia muy posiblemente sea una realidad dentro de no demasiado tiempo. Nos quedamos sin plazo y no nos damos cuenta de que algunas de las muchísimas soluciones que son necesarias para frenar nuestro viaje suicida, las llevamos practicando desde el mismo momento en el que el viaje comenzó.
Son muchas las voces que nos dicen que nos quedamos sin planeta. Gigantescos incendios en la Amazonia, Siberia o centro de África; deshielo de glaciares y aumento del nivel de los océanos; graves inundaciones en diferentes latitudes; sequías interminables y otras catástrofes naturales extremas o incluso pérdida de especies como los corales por el aumento de la temperatura de nuestros mares, son alguna de las señales que nos auguran un mal pronóstico a la raza humana. Sin duda hay tantas cosas que hemos hecho mal, que la solución  es extremadamente compleja. Pero como todo, por algún lado hay que empezar y una medida interesante que hay que potenciar es la silvicultura para intentar aportar un granito de arena y no abocarnos a un destino bastante oscuro.
“La silvicultura (del latín silva, selva, bosque, y cultura, cultivo) es la disciplina que trata sobre la gestión de los bosques o montes forestales  y también, por extensión, la ciencia que trata de este cultivo”.
Se trata por tanto de obtener una producción continua y sostenible de bienes y servicios que pueden ofrecernos las masas forestales. La silvicultura siempre ha estado al servicio de la conservación del medio ambiente, protección de las cuentas hidrográficas y de los pastos. A diferencia de la agricultura, la silvicultura tiene una producción diversa y por tanto necesita compatibilizar producción y externalización. Se puede dividir la masa productiva en la producción directa como la madera, leña, corcho, caza, resina entre otros productos y la indirecta que comprende todo lo que genera la propia masa, como la biodiversidad o la regulación del ciclo hidrológico.
La silvicultura se apoya en otras disciplinas como la ecología, edafología, climatología, geobotánica entre otras y engloba dentro de su campo la pascicultura o ciencia que gestiona la producción sostenible de los pastos. La silvopascicultura engloba ambos campos y por ejemplo es la encargada de la gestión de las dehesas.
Situamos su aparición en la edad media, cuando los señores feudales de Europa Central aprovecharon los bosques tanto para la construcción de sus ciudades como el aprovechamiento cinegético de los mismos. Como disciplina científica tenemos que situarnos en Alemania en el siglo XVII.
Al principio, la silvicultura perseguía una producción óptima de cultivos de madera casi en exclusividad. Actualmente se tienen otros objetivos ecológicos con otros recursos, como encontrar un equilibrio entre las necesidades ecológicas, biológicas y también económicas de los cultivos.
Los sistemas de trabajo van a variar dependiendo del tipo de producción que se quiera, así si se trata de cantidad, se trabajará en que haya un crecimiento anual mayor y si es calidad, se controlará el crecimiento según el terreno; la conservación del suelo o regularización de cursos hídricos exigirá una poda o corte de árboles muy controlado, etc. Es decir, se trata de procesos muy complejos ya que así es la naturaleza. El estudio de lo que es mejor para tener un beneficio manteniendo sostenible el medio de donde lo obtenemos, hace necesario estudios concretos para mantener el sistema productivo durante mucho tiempo. De hecho, a diferencia de la agricultura, estos estudios  no se prevén anualmente, sino que se trata de estudios que ocupan entre 30-50 y hasta 200 años.
Calcular los beneficios no es tarea fácil puesto que hay múltiples factores y diferentes consecuencias que hay que ir ajustando continuamente, de ahí la necesidad de estar en contacto con otras disciplinas.
Podemos practicar la silvicultura de manera intensiva; optimizando con diversas técnicas silvícolas la superficie forestal dedicada al cultivo o de forma extensiva; donde los cultivos se sitúan en diferentes áreas de bosques naturales, ofreciendo otros servicios a la población como el turismo, garantizando la producción y el mantenimiento de los montes.
Como todo, la silvicultura tiene ventajas, pero también desventajas.
Como ventajas encontramos
  • La reforestación de áreas que han sido deforestadas por incendios o por la acción del clima.
  • Al cuidar los bosques, ayudamos a que estos absorban el CO2 reduciendo la contaminación por gases de efecto invernadero y a que se produzca más O2.
  • Ayudamos a que los bosques y selvas eviten la erosión del suelo. Garantizamos así una fuente de nutrientes que favorece la biodiversidad, pero también mitigamos los efectos de las lluvias torrenciales.
  • También contribuimos a que se regule el clima, que baje las temperaturas por la sombra de los árboles o la evapotranspiración. Esta evapotranspiración sobre todo en zonas tropicales, crea grandes masas nubosas que reflejan las radiaciones del sol, disminuyendo la temperatura del planeta.
  • Se fomenta la biodiversidad, al cobijar diversas especies animales y vegetales al abrigo de los bosques y selvas.

Inconvenientes

Una mala gestión de los bosques cuando no se conoce bien el terreno, los cultivos, las técnicas etc, puede producir el efecto contrario al deseado. Es decir, una tala excesiva o la introducción de una especie no adecuada o incompatible con las autóctonas, puede poner en peligro todo el sistema. Además la mala gestión de la mano de obra, como pasa en otros campos de actividad económica, da lugar a trabajadores subcontratados con malas condiciones laborales. En un mercado muy competitivo, bajar los costos de mercado recae habitualmente en los trabajadores y sus salarios, además de sus condiciones laborales. En países en desarrollo, la silvicultura es una de las tres ocupaciones más peligrosas. Si bien en países europeos, la formación de los trabajadores así como sus condiciones han mejorado, no es así en otros países más pobres donde se entra en un círculo vicioso de mala gestión, malos resultados, malas condiciones.

Algunos ejemplos: Las cabras bomberas

Pensar que la naturaleza siempre se ha autorregulado y que ahora también lo hace es un tremendo error. Si, la naturaleza tiene sus mecanismos, pero no cuenta con los activos que tenía antes. Es decir, hemos modificado el paisaje, hemos sustituido bosques por cultivos, o unos bosques autóctonos por otros en base a intereses económicos. También hemos sustituido la fauna o la hemos eliminado, hemos modificado nichos biológicos e introducido actividad humana donde antes no la había. Por lo tanto, la naturaleza no cuenta con sus herramientas lógicas para autorregularse. Nosotros lo hemos modificado, nosotros debemos arreglarlo.
Durante mucho tiempo, ganaderos y agricultores estaban enfrentados por los terrenos. La idea era la extensión de la actividad en lugar de utilizar los mismos espacios de forma eficaz. Pero ante la degradación que supone esas políticas extensivas, se alzan voces y programas que abogan por sistemas integrados de manejo de cultivo y ganadería. Si se realiza una buena gestión de la actividad, el ganado no tiene por qué comerse los brotes tiernos. En el caso de nuestros bosques, tan castigados por los fuegos, podemos nombrar la Estación Experimental del Zaidin como ejemplo de estudios sobre prácticas de pastoreo y sistemas silvopastoriles.
En el caso de nuestros bosques, por ejemplo, el uso de ganado para limpiar los cortafuegos o para limpiar de maleza el cuerpo del bosque, disminuye la propagación de los incendios. Además con las heces fertilizan el suelo y ayudan a la reforestación. Esta gestión, supone una actividad económica sostenible al aunar la explotación del bosque y su cuidado, con el mantenimiento del ganado.

Los cauces de los ríos

Quizás la vida es como un río que va al mar. No ha ido donde creía ir, pero ha acabado dónde necesitaba estar.
Fabrizio Caramagna
Ingenieros, geógrafos y urbanistas coinciden que nadie está bastante preparado para enfrentar una tromba de agua que descargue 450 litros por metro cuadrado como ha pasado este septiembre en nuestro litoral Mediterráneo. Pero debemos asumir el factor humano en  los daños que provoca, para poder mitigar las consecuencias de estos episodios.
Pretender creer que las inundaciones y sequías de la zona del Mediterráneo son fenómenos puntuales es la mejor manera de que cada año suframos las terribles consecuencias de una inundación de grandes proporciones. No, el clima Mediterráneo no funciona así. Lo primero que debemos hacer es diferenciar entre crecida e inundación. En una crecida, el caudal del río aumenta y ocupa zonas del río que van más allá del cauce pero que olvidamos que son río también y que se denominan cauces fluviales. Estos cauces son necesarios para la biodiversidad y la buena salud de las cuencas hidrográficas y, por lo tanto, hay que respetarlas.
Por otro lado, una inundación se produce cuando el agua ocupa zonas que no son del cauce del río, es decir, donde no debería haber agua. El daño que una inundación provoca está relacionado con la cantidad de exposición de bienes y población, o lo que es lo mismo, con el grado de ocupación de zonas inundables. Es por esto que si respetamos las zonas inundables, una crecida del río no tiene por qué desembocar en una inundación.
Concluyendo, el riesgo de inundación tiene dos factores: Peligro debido al clima (lluvias torrenciales) y exposición de población y bienes (proporción de población y bienes que se encuentran en zonas inundables, si, donde no deben).
Muchas son las voces que claman como solución una mayor limpieza de los ríos, pero en realidad eso es una solución bastante nimia en estos casos, aunque no por ello debemos descuidar el estado de los cauces. Limpiar de cañas las márgenes de los ríos evita que sean arrastradas en una riada, pero no es fácil erradicar las cañas de los ríos, se invierte mucho dinero y el problema persiste. Para evitar las temidas baldomeras, se debe recuperar el bosque de ribera y la vegetación natural. Este bosque no es arrastrado como las cañas. Y entonces si es eficaz esa limpieza de los cauces.
La urbanización de zonas inundables no solo provoca daños puesto que esas urbanizaciones están en el paso del agua, el sellado del suelo con el asfalto hace que este agua no se filtre a zonas subterráneas. La impermeabilización hace que se acumule más agua y que corra más rápido y con más fuerza. Cuidar el cauce del río también significa respetar su curso. Canalizar el rio, montar motas y ramblas no naturales, diques etc, paradójicamente puede provocar el efecto contrario ante grandes crecidas. Es por ello que la vieja gestión hidráulica debe ser revisada muy a fondo y, sobre todo, tener en cuenta lo que decía al principio. El clima Mediterráneo no tiene estos picos de lluvias o sequías de forma esporádica, se trata de un clima fluctuante que lleva comportándose como lo hace ahora (eso sí, ahora agravado por el cambio climático) hace siglos. La idea no es ir contra él, sino adaptarse y minimizar daños al tiempo que le sacamos beneficio.

Conclusión

Hemos hecho tantas cosas mal durante tanto tiempo, que la solución a nuestro problema de medio ambiente es muy compleja. No podemos echar la culpa a que los consumidores no reciclamos cuando las grandes superficies nos envasan cada alimento con plástico. Nuestro coche contamina, pero también lo hacen y en mayor medida los aviones, por lo que se hace necesario establecer alternativas al transporte más contaminante. Es decir, nosotros desde nuestra posición, tenemos que mejorar el comportamiento medioambiental, pero ese comportamiento debe ser modificado también a gran escala, incidiendo en las grandes prácticas que priman el beneficio económico de diversas actividades humanas sobre la conservación de nuestro planeta. Repensar nuestra relación con el planeta es extremadamente necesario, por lo que potenciar aquello que ha sido anteriormente eficiente y sostenible, nos pone en el buen camino.
                Sonia Hidalgo

Referencias

Imágenes
Imagen 1: noticias Piura 3.0
Imagen 2: Rvtv

Imagen 3: Archivo de la comunidad de montes

miércoles, 20 de febrero de 2019

De Blaine a la Bestia: la realidad que supera la ficción

Al igual que Blaine el mono, La Bestia mata personas; al igual que el monorraíl estaba de parte de los grises, La Bestia está de parte de todos los que no son inmigrantes; si Blaine tenía sus adivinanzas para acabar con sus pasajeros, La Bestia tiene a las maras, los narcos, trabajadores del ferrocarril, autoridades, cualquier persona  en definitiva que mira para otro lado o actúan de facto y se lucran de la desgracia ajena, para acabar con los suyos. Blaine mantenía a raya a los “Pubis” y La Bestia a los “inmigrantes”. Los inmigrantes, como hizo el Ka-tet, deben luchar contra reloj para salvar su vida llegando a su destino y evitar acabar bajo el martillo como los “Pubis”, completamente abocados a un irremediable y cruel destino.
-¿Conoce los trenes?— preguntó Jake
Hubo un largo silencio. Bill y Till cruzaron una mirada nerviosa. Tía Talitha no dejó de mirar fijamente a Jake. Jake no bajó los ojos.
-Oí hablar de uno— contestó al fin—. Quizás incluso lo vi. Hacia allí. — Señaló en dirección al Send—. Hace mucho, cuando aún era una niña y el mundo no se había movido…, o al menos no tanto como ahora. ¿Acaso te refieres a Blaine, muchacho?
En los ojos de Jake brilló una chispa de sorpresa y reconocimiento.
—¡Sí! ¡Blaine!
Rolando observaba al niño con atención.
—¿Y cómo habrías podido saber de Blaine el Mono? — preguntó Tía Talitha
—¿El Mono? — Jake puso cara de no entender.
—Sí, así lo llamaban ¿Cómo habrías podido saber tú de eso?
Jake miró a Rolando con aire desvalido y se volvió de nuevo había Tía Talitha.
—No sé cómo lo sé.
Cuando leemos la saga de La Torre Oscura de Stephen King y llegamos a la parte del loco monorraíl asesino, se nos eriza la piel de pensar que exista una maquina tan atroz y despiadada. Sin embargo, tenemos en la realidad algo muy semejante que debería robarnos el sueño por muchos años, mucho más de lo que pudiera conseguir Blaine con su escalada de locura y muerte.

¿Quién es Blaine?

Blaine el Mono, es un monorraíl demente que encontramos en los libros de “Las Tierras Baldías” y “Mago y Cristal” (en la edición de 1997 como La Bola de Cristal) de la saga “La Torre Oscura” del afamado S.King. Este monorraíl cruza las Tierras Baldías pero ya no de forma segura puesto que él mismo es el mayor peligro. Roland y su ka-tet viajan a bordo de Blaine pero si quieren llegar vivos a su destino tienen que vencerle en una competición de adivinanzas. Blaine es una máquina que tiene todas las respuestas posibles y será el ingenio de los pasajeros el que puede librarlos de una muerte segura. Al fin y al cabo la idea de Blaine no es la de dejarlos escapar, su misión es acabar con ellos.
Blaine no tiene moral alguna, el tiempo y el abandono lo han vuelto completamente loco y la vida humana, no es más que una diversión para él incapaz de sentir ninguna piedad por ella.

¿Quién es La Bestia?

La Bestia también es un tren aunque en realidad son muchos trenes que siguen una ruta, de alguna manera demente también, que cruza de sur a norte desde Tenosique en Tabasco, o Tapachula en Chiapas, hasta la frontera de Estados Unidos. En realidad  más que un tren, es un símbolo, algo que en antropología conocemos bien. El tren no hace adivinanzas pero pone retos a veces imposibles de lograr para el inmigrante que se aventura en este viaje a llegar a la siguiente parada. Es una red de maldad que no solo actúa en las vías, también en los caminos que conectan estaciones donde una adivinanza en forma de secuestrador, asaltante, asesino o agentes de inmigración puede dejarles a penas con la piel sobre los huesos y sin ninguna dignidad. Igual que Blaine, el único valor que tienen los “pasajeros” de la bestia es la de un mero objeto cuya muerte es el mejor de los fines.
Foto de Jorge Arnaulfo Morales en Flickr

La Bestia como símbolo

Blaine existía en un mundo demente, demasiado viejo y cargado de maldad. Se había llenado de odio y trasladaba en lo que se había convertido, a sus actos contra los humanos. Era un símbolo de la decadencia y de la locura en la que se había sumido el Mundo Medio, el cual había perdido toda esperanza en una Torre lejana ya carente de significado para casi cualquiera. Significaba castigo, crueldad, violencia condensada en un trayecto a ninguna parte puesto que a ninguna pretendía llevar a quien se subía a él.
La Bestia también es un símbolo. El de la corrupción de un país que guarda la frontera para Estados Unidos pero que no corta el flujo mucho antes de que los inmigrantes se suban a él. El de los narcotraficantes, especialmente Los Zetas que se lucran secuestrándolos y pidiendo rescates sin que el recibirlos garantice la vida de los que secuestran. El de los asaltantes que roban todas las pertenencias que lleven con ellos, cuando no los órganos vitales para el tráfico ilegal de órganos. El de autoridades como el Equipo Nacional de Inmigración, la Procudería de Orden Pública, Secretaría de Marina o la de Defensa Nacional, donde funcionarios utilizan su poder para sacar beneficio de la tragedia de los inmigrantes.
Símbolo proviene del latín simbolum, significa una imagen o figura que de palabra o de forma material representa un concepto moral o intelectual. Como todos los símbolos siempre albergan un significado distinto para personas que comparten una misma sociedad. Aunque tengan un significado trascendental, hay un componente emocional que lo moldea no solo a nivel individual, sino como colectivo subyacente a l colectivo total,  una o unas  partes del todo. Conviven con diferentes profundizaciones manteniendo su utilidad, advirtiendo, aunando o separando, mostrando los comportamientos a seguir o los evitables.
Si hay un atributo por excelencia del símbolo es la ambigüedad y su amplia referencia. La Bestia bien puede representar el futuro, pero también la muerte. Un objeto que recoge el significado de las sensaciones más temibles y a la vez de aquellas que sentimos cuando obtenemos un beneficio. Su significado es emocional además de intelectual o práctica. Tal es el grado de significado que infiere el objeto al transformarse en símbolo, que puede ser percibido como un ente con vida y en este caso, un tren que es una máquina, es visto como un ser  al que se le aporta un nombre con connotaciones de vida propia. Ha penetrado en la vida humana y su poder se acrecienta con su significado negativo y cruel que alimenta un bagaje de ya varias décadas de ignominia, muerte, crueldad.

La muerte

Migrar es vida. De no haber migrado, la vida humana no se habría abierto paso para buscar mejores condiciones. Si miramos las grandes migraciones que llevaron al ser humano a conquistar los territorios del mundo, vemos a sus participante como grandes héroes a los que les debemos que estemos aquí y ahora. Salimos de África, llegamos a América, a Australia y lo aprendemos en los colegios como las grandes proezas de la humanidad que carentes de ventajas biológicas, se valió de la tecnología para alcanzar sus objetivos. Decía Harris (1974) en Vacas, cerdos, guerras y brujas
Somos la especie más peligrosa del mundo no porque tengamos los dientes más grandes, las garras más afiladas, los aguijones más venenosos o la piel más gruesa, sino porque sabemos cómo proveernos de instrumentos y armas mortíferas que cumplen las funciones de dientes, garras, aguijones y piel con más eficacia que cualquier simple mecanismo anatómico.”(p.48)
Esto nos ayudó a expandirnos, pero también a destruirnos a nosotros mismos. La muerte es un hecho sociocultural. La sociedad como decía A. Comte está constituida por más muertos que vivos. La muerte refleja en el plano de la conciencia tanto individual como social, un conjunto de representaciones (símbolos, creencias, valores) que se traducen en comportamientos tanto a nivel colectivo como individual. Necesitamos los rituales de la muerte para pasar página. La muerte es quizá el rito de paso por excelencia. Un rito de separación que en el caso de las desapariciones queda interrumpido en partes. Se altera el periodo de margen en el que se vela al cuerpo y no se permite el luto como tal al no tener verdadera constancia del proceso. El duelo queda en un stanby en la mayoría de ocasiones de forma permanente y no es posible establecer y mantener la nueva relación con los difuntos al carecer de certeza del fallecimiento. La necesidad de las honras funerarias se aplaza de forma casi indefinida o se confeccionan ante la falta de pruebas vitales que mantengan al individuo en este plano vital. Dadas las creencias religiosas de los allegados, estos se mantienen en un limbo ceremonial que no les permite pasar página de manera adecuada y les llena de remordimientos ante la pérdida de esperanza. ¿Cómo entrarán al mundo de los muertos aquellos a los que no encontramos? ¿Realmente están allí o siguen muertos en vida presas de las maras? ¿Sus cuerpos están intactos o les faltan órganos? ¿Descansan en tierra santificada?
La muerte está presente en La Bestia. Puede llegar de varias formas. Por un accidente al intentar subir al tren o bajar o como consecuencia de encontrarte con asaltantes y secuestradores. Se asume este riesgo cuando se emprende el viaje, pero también se asume que la muerte no llevará el ritual que habitualmente se tendría si las circunstancias fueran normales al suceso.
Foto Carlos Villalón
El 22 de agosto de 2010 se descubrió una fosa común con 72 personas en San Fernando, Tamualipas. Al año siguiente fueron 193 y podríamos seguir nombrando y enumerando para respaldar el triste título del país de las dosmil fosas. Como podremos imaginar, una mínima parte de los aparecidos en estas fosas han sido identificados. La mayoría de inmigrantes viajan sin documentación, muchos de los que lo hacen la pierden en los asaltos con lo que identificar sus cuerpos, es una tarea titánica- eso cuando se encuentran-.
Ante esta situación los forenses utilizan una Ficha Antemortem. Esta ficha es un instrumento básico de intervención forense que se compone de un conjunto de preguntas sobre el desaparecido para estableces el perfil biológico y social de las víctimas de desaparición forzada a través de la memoria individual. Es una imagen de quién fue la persona desaparecida, construida con el relato de familiares, amigos y conocidos que han tenido contacto con él. Con ella se facilita la identificación del desaparecido y devolverle su identidad. Entraña un componente fundamental a tener en cuenta que es el idioma del hablante y es en el idioma habitual del declarante en lo que se redacta. Con ello se intenta garantizar la mayor exactitud de los testimonios. La dificultad para devolver la identidad a los cuerpos es enorme y mientras se logra, tenemos cientos de personas que no existen  hasta que se logre.
En muchas culturas antiguas como la egipcia, cuando se quería eliminar el recuerdo de un faraón como fue el caso de la reina faraón Hatshetsup de la dinastía XVIII, se borraba toda prueba escrita de que había existido. Así vemos en su tempo en Deir-el-Bahari, paredes con sus jeroglíficos picados para no poder identificar quién se encontraba allí. Si tu nombre no aparece en ninguna parte, nunca exististe. Algo así parece que pasa para los inmigrantes que solo existen en la mente de sus conocidos que sí guardan el recuerdo de su existencia. Pero para las autoridades corruptas o Los Zetas simplemente nunca estuvieron allí, nunca existieron porque su existencia no es importante, ni relevante, ni necesaria.

Los lugares y los contralugares

Blaine dormitaba en una estación de tren. Un no lugar como nos dice Marc Augé, un espacio de anonimato. Un espacio de tránsito, de flujo que domina en las sociedades “sobremodernas” que nos desplaza el lugar antropológico fino y estable, sede de la identidad. En estos no lugares no establecemos relaciones como lo hacemos en otros lugares, simplemente son lugares donde confluimos con otros durante un tiempo escaso. Pero esa estación en Lud donde estaba Blaine la llamaban “La Cuna”, con el tiempo se había abandonado y cuando el ka-tet llegó allí era la guarida de Blaine. Allí dormitaba hasta que le volvieron a despertar. Blaine había ocupado un no lugar, lo había hecho suyo incluso transformándolo en un contralugar.
El contralugar es un término acuñado por Foucault que define aquellos lugares que han cambiado su función inicial, la heterotopíaFoucault les asignaba una función de reclusión, aislados e impenetrables. Para Blaine, La Cuna era su casa y el inicio de la reclusión de los pasajeros. Completamente viciado y cargado de dolor y crueldad, el lugar se completaba así mismo con el propio Blaine.
Blaine el mono
La Bestia también ha transformado los lugares y no lugares en contralugares. El campo en cementerio, las edificaciones en zulos, las estaciones en paredones.
Un ejemplo son los casos de centros de salud que son utilizados para interrogatorios. Estos espacios que tienen una función de salvamento, de cuidado, se convierte en un espacio de reclusión, una distopía.
Pero también existen lugares que a modo de oasis intentan paliar el horror. Se trata de los albergues que se diseminan en la ruta como el Albergue para inmigrantes de Ixtepec en Oaxaca o el “Jesús el Buen Pastor” en Tapachulas. En estos lugares, los inmigrantes pueden descansar por tres días o son recogidos cuando sus lesiones los hacen discapacitados al perder miembros por subir o bajar del tren.
También hay voluntarios en las vías que ofrecen comida y bebida a los que viajan en La Bestia. Transforman el no lugar que representan las paradas del tren en un lugar de ayuda de forma improvisada.

Criminalización de la solidaridad y frivolización del fenómeno social

La inmigración institucionalizada puede contar perfectamente con más de 150 años ente EEUU y América Central. Si bien con respecto al suministro de mano de obra las cosas han cambiado en los últimos 45 años, se sigue necesitando suministro a día de hoy aunque se venda una restricción en las leyes de los últimos 30 años. México es un país de tránsito de la inmigración proveniente de América Central mayormente, pero también es un país migrante y de acogida. Hay una notoria escalada de violencia que se ve alimentada por las políticas migratorias restrictivas, pero también por la participación del crimen y la delincuencia organizada además de enfrentar una alta discriminación y xenofobia por la población autóctona.
Si bien la solidaridad es lo que nos hizo subsistir en un mundo adverso, lleno de depredadores que nos hacía una especie abocada al fracaso, en estos tiempos que corren la solidaridad se ha visto criminalizada así como se ha criminalizado el fenómeno de la inmigración. Un inmigrante es un delincuente por el simple hecho de migrar de forma no regularizada y aquellos que se aventuran a socorrerlos son perseguidos y castigados por ello. No solo pasa en México, lo vemos en el Mediterráneo donde las ONG son acusadas de tráfico de personas o de facilitarlo. Asistir a un inmigrante en las playas de España que llegan en pateras improvisadas, nos puede acarrear serios problemas con la ley. Por otra parte, se está llegando a un alto nivel de frivolización de la desgracia. Lo vemos en el turismo a los campos de concentración nazi donde hacerse un selfie es un acto de orgullo para colgar en las redes sociales y presumir de un viaje cultural.
Visto en Souvenir.com
En el caso de la ruta de La Bestia, también ocurre. Hacer el viaje  en paralelo  con los inmigrantes para conocer las vicisitudes por las que pasan, pero a distancia, como si de un paquete turístico se tratara. En parte recuerda a esos zoos humanos de otro tiempo, donde observamos la diferencia sin que nos salpique. Nos atribuimos esa extraña preocupación por el otro cuando lo que hacemos es alimentar esa realidad-horror, la muerte como espectáculo.
Observamos algo que pasa pero como si miráramos una película, anestesiados por los mass-media, el cine y la literatura. Damos la razón a cifras no reales para justificar los actos estatales contra la inmigración y dejamos como un problema de narcotraficantes las desapariciones y tropelías variadas que sufren personas como nosotros que buscan, como todos, un futuro mejor. Nadie deja su casa por gusto para aventurarse a una situación como la que viven las personas que emigran. No son viajes de placer y las circunstancias por las que huyen no son solo problemas de los países de origen. Todos tenemos parte de culpa en todo lo que pasa.

Conclusión

La realidad supera la ficción es más que una frase hecha. Blaine existe en un plano irreal literario y sus acciones quedan allí, se terminan si cerramos el libro. La Bestia no se cierra, está presente en un plano real que va más allá de la realidad impuesta. Hemos visto algunas significaciones, que sobrepasan lo que vemos con los ojos acostumbrados a una realidad construida por un mundo que mantiene sus características como las quiere. Vemos delincuentes donde hay personas que intentan ganarse la vida, vemos autoridades que se aprovechan del mal ajeno para lucrarse, narcotraficantes que encuentran su particular lugar de reclutamiento donde hay flujo migratorio. La violencia protegida y justificada cuando nunca se pueden justificar los actos contra otro ser humano que les lleven a esas realidades. Distopías que no queremos ver porque nos es más rentable pensar en una utopía de cada uno en su lugar. No hay soluciones sencillas porque no hay causas sencillas. No hay soluciones posibles cuando hay tanto dinero en juego, cuando hay extorsión a todos los niveles que acrecientan bolsillos. Realmente debemos preguntarnos si no habrá que mirar de otra manera los flujos migratorios, devolver cada contralugar al lugar que deben ser, cada función humana a lo que realmente está destinada. Pero eso es mucho pedir, por desgracia.

Referencias

La Bestia: Muerte y violencia hacia migrantes en tránsito por México. Tesis de Ever Esther Osorio Ruiz 2014
La torre oscura III:Las tierras Baldías. King, Stephen. Ediciones Orbis 1991
La muerte como espectáculo. Marzano, Michaela  Tusquets Editores España 2010
Vacas, cerdos, guerras y brujas. Harris, Marvin. Alianza Editorial Madrid 1980
Los ritos de paso. Van Genep, Arnold. Alianza Editorial Madrid 2008.