miércoles, 13 de diciembre de 2017

“Vivir para trabajar hasta morir, Karoshi”







Matsuri Takahasi tenía 24 años cuando el 25 de diciembre de 2015, salto al vacío desde la residencia de la empresa donde trabajaba el gigante de publicidad Dentsu. Padecía una depresión causada por exceso de trabajo. Llegó a realizar hasta 130 horas extras en un mes.

Takahasi no es el primer caso del denominado karoshi, en español traducido como muerte por exceso de trabajo. Miwa Sado, de 31 años, murió por una insuficiencia cardiaca congestiva después de realizar más de 159 horas extras en un mes como periodista de la NHK. El primer caso de karoshi data de 1969 con la muerte de un joven de 29 años por un ataque al corazón tras pasar semanas trabajando sin descanso,  pero el fenómeno recibió su nombre y la atención que merecía en el 78. Hosokawa, Tajiri y Uehara publicaron Karoshi,  un libro que hizo comprender el fenómeno como un problema de salud pública.




LA OIT determina que el 20% de los trabajadores japoneses dedican más de 12 horas diarias a su trabajo, el karoshi se estima que provoca unas 10.000 muertes al año aunque la cifra es poco clara dado que muchos casos no se reportan. Este fenómeno supone un tercio de los suicidios anuales sucedidos en Japón, los llamados karoshisatsu, suicidios por estrés laboral. Ante este problema social, si un juez determina que una muerte ha sido causada por karoshi, el estado tiene que compensar a la familia con 20.000 millones de dólares  mientras que la empresa causante debe indemnizarles con hasta 1.6 millones. No obstante, son casos difíciles de demostrar y no todo el mundo se enfrenta a la sociedad denunciándolos. ¿Cómo es posible que una persona trabaje hasta la extenuación?Evidentemente no se puede achacar la causa del karoshi a un solo factor y por supuesto estos factores concomitantes, abarcan aspectos como la cultura o la situación histórica. Para entender cómo un fenómeno como el karoshi puede instaurarse en una sociedad y suponer un problema de salud pública, debemos entender qué cambios socioeconómicos se produjeron con anterioridad para que se propiciaran las circunstancias adecuadas.
“Después de la Segunda Guerra Mundial los japoneses eran los que tenían las jornadas de trabajo más largas del mundo. Eran unos adictos al trabajo de marca mayor” Cari CooperJapón no es un país que tenga las mejores condiciones ambientales y geográficas para tener un desarrollo económico rápido  exento de sacrificios. Se trata de un archipiélago de miles de islas con cuatro islas principales: Hokkaido, Honshu, Shikoku y Kyushu. Una orografía solamente explotable por sistemas forestales por lo que las comunicaciones y el comercio se hace bastante difícil. Por otro lado se encuentra en el Cinturón de Fuego del Pacífico, lo que supone estar a merced de la zona con mayor actividad sísmica del mundo sufriendo terremotos, erupciones volcánicas o tsunamis más los riesgos ambientales que también padece como son tifones o desbordamiento por deshielo. A pesar de todas estas condiciones poco acogedoras, en Japón viven 120 millones de personas, con una densidad de población de 336 habitantes por kilómetro cuadrado. Este archipiélago volcánico tiene una absoluta dependencia de materias primas, fuentes de energía y alimentos
 La clave MeijiA mediados del siglo XIX las potencias occidentales se estaban imponiendo en Asia oriental, mediante tratados de comercio desiguales gracias a su supremacía militar. Japón tenía que hacer frente a las potencias de occidente y realizar un cambio que afectaría al sistema económico, político y territorial, sin dejar de lado el modelo social que había imperado hasta ese momento. La restauración Meiji se ponía en marcha.
Si el estado quería que Japón no fuera inundado por productos occidentales, debía intervenir tanto la producción interna como el desarrollo de la industria en el país. Autoabastecerse se convertía en una labor difícil cuando careces de materias primas y recursos energéticos pero encontraron la solución en la importación de ambas necesidades de países colindantes a los que transformaban mediante la industria.
Por otra parte, la sociedad no tenía cultura industrial y se hacía necesaria una modificación importante de la sociedad, mediante la expropiación de tierras a la nobleza a cambio de bonos para invertir en industria. El estado invirtió en industria, mandaba a formar técnicos y cuando las industrias eran rentables, las vendía a un precio por debajo de su valor. Con ello se generaba una nueva clase social burguesa sin necesidad de esa iniciativa industrial de la que se carecía. Poco a poco, Japón se industrializaba y florecían los grandes grupos empresariales, los zaibatsus.
Sin recursos locales, sin un tejido social adecuado ni fuentes energéticas suficientes, Japón había encontrado la manera de abrirse paso y se sumaba a la revolución industrial.El milagro japonésPero la producción de Japón era de escasa calidad y a nivel internacional solo captó mercado durante la Gran Guerra. Fue durante este periodo que su crecimiento experimentó un fuerte impulso, pero no consiguió ponerse a la altura de los países occidentales y al llegar la Segunda Guerra Mundial, el país quedó arrasado y empobrecido con las indemnizaciones de guerra. Solo durante la guerra de Corea, con un cambio de estrategia por parte de Estados Unidos con respecto al posicionamiento geopolítico del país nipón, pudo superar su posguerra.
Comenzaba entonces otro fuerte impulso en el crecimiento, con grandes inyecciones de capital y la rearticulación de los zaibatsus en keiretsus. El milagro japonés se cimentaba  de nuevo en un fuerte proteccionismo estatal y la deslocalización de sus empresas para reducir costes. Superó así la crisis del petróleo del 73 y en los 80 se convertía en el banquero mundial.
A nivel laboral, las condiciones eran muy duras con largas y agotadoras jornadas de trabajo donde todo el mundo se veía personalmente obligado a contribuir al florecimiento del país. Desde la propia escuela se fomentaba el esfuerzo, el sacrificio por la empresa, la superación día a día sin importar el precio personal que se pagase. Todo por la empresa.
Pero Japón moría de éxito en la década de los 90 con una larga crisis iniciada con el estallido de una inmensa burbuja inmobiliaria y financiera. Japón perdía su ventaja competitiva con respecto a los países discípulos que copiaron el modelo nipón. El modelo se había basado principalmente en el plano económico dejando de lado aspectos sociales, transformando a la sociedad japonesa en una sociedad que a pesar de basarse en el colectivismo, es incapaz de que sus miembros apenas  interaccionen más allá del trabajo.
Colectivismo
Tanto sacrificio para levantar un país debe tener una fuerte base social que entienda que todos caminan juntos para el bien común y que solo de esta manera, nuestra individualidad podrá ser protegida. Si bien occidente es un ejemplo de sociedad individualista, los países asiáticos y concretamente Japón es un ejemplo claro de colectivismo.
“Nou aru taka ha tsune wo kakusu””Las águilas con talento esconden sus uñas“Deru kui wa utareru”Las estacas que sobresalen pueden ser amartilladas.El modelo empresarial japonés, se entendió como una gran familia. EL trabajador se dedicaba en cuerpo y alma a la empresa que a cambio le ofrecía un buen trabajo con aumentos en el salario y una serie de beneficios que permitían mejoras sociales en educación, sanidad etc. Este trabajador, el sarariiman, es la figura más representativa del mundo laboral nipón. Un hombre oficinista asalariado en empresas del sector privado, que a cambio de su lealtad, consigue un trabajo de por vida, aumentos por antigüedad y promociones. Esta figura  fue clave en el resurgimiento de Japón durante la Segunda Guerra Mundial. Apareció a principios del siglo XX, heredando las labores burocráticas de los antiguos samuráis y convirtiéndose en los guerreros corporativos de mediados de siglo hasta nuestros días.El trabajo se convierte en su única finalidad en la vida. No saldrán antes que sus jefes aunque no tengan ya nada que hacer, no se quejarán puesto que en la sociedad japonesa está mal visto quejarse o protestar por algo. Hacerlo supone recibir el rechazo social y el despido inmediato, ser un paria en la sociedad. No solo se trata de horas interminables de jornada laboral en las que se hace difícil interaccionar con otras personas fuera del trabajo. También de una sociedad donde no se expresan los sentimientos, donde a pesar de tener una alta densidad de población la gente no se “encuentra”, ofreciendo estudios donde el 70% de los hombres y el 60% de las mujeres no tienen pareja.
En 1989 el 45,8% de los jefes de secciones y 66,1% de los jefes de departamentos de grandes compañías encuestados, indicaban que podrían morir de tanto trabajar. Por aquellas fechas la carga de trabajo rondaba las 60 horas semanales y la cantidad de muertes por esta sobrecarga se hizo visible hasta tal punto, que el gobierno tomó cartas en el asunto. Sin embargo en los años posteriores hasta la actualidad, las cifras han empeorado.
Candidatos
Lejos de ser personas de media edad, con problemas de salud previos, se trata de jóvenes con dos factores predominantes: falta de sueño y estrés. Pero esta combinación no muestra evidencias claras de que sean causantes de perder la vida. Los estudios indican que el tiempo que se pasa en la oficina tenía mucho que ver. La suma de todos estos factores y la consecuencia que se deriva de aislamiento social y falta de interrelación son causas bastante probables de la muerte por karoshi.
Se trata pues de un problema difícil de eliminar puesto que este tipo de comportamiento es fomentado desde la escuela, en la familia y en la propia sociedad y lo que es peor, se está exportando a otros países.
Karoshi es un término que denota una cultura del trabajo extrema que no solo afecta al mundo laboral. Indica un problema social que va más allá de la muerte del individuo y transforma la sociedad en una agrupación de personas que se piensan unidas y que se encuentran solas. La transformación socioeconómica de Japón trajo prosperidad al país a un alto precio que pagarán aún en varias generaciones.
Sonia Hidalgo Moreno

Referencias






El encuentro entre el rey y el principito deja al descubierto cómo la costumbre nos hace ver las cosas en base a una socialización concreta. Pero lo que en un grupo social, comunidad o sociedad es lógico y natural, en otra puede carecer de significado o estar basado en postulados distintos consiguiendo, no obstante, el funcionamiento social de la comunidad. Miramos este capítulo desde la antropología política para comprender el “choque” entre los personajes




“Cuando yo tenía seis años vi una vez una lámina magnífica en un libro sobre el Bosque Virgen que se llamaba “Historias Vividas”. Representaba una serpiente boa que se tragaba a una fiera. He aquí la copia del dibujo.”
Este es el primer párrafo de El Principito.
Partiendo de la niñez personal del narrador, comienza una historia que se reanuda en la adultez del mismo, donde su forma de estructurar el mundo ha evolucionado para bien o para mal, en base a la socialización que ha recibido. Con ella ha perdido la capacidad de ver el mundo con la perspectiva no coartada de un niño, mirándolo en el ahora del libro con una visión transformada por la experiencia, los conocimientos adquiridos y el uso de la costumbre. Lo que podemos presuponer un cambio ineludible y beneficioso para el narrador, se nos muestra ahora como algo que quizá no haya repercutido tan favorablemente en el nuevo adulto y que aquella perspectiva inocente y curiosa, le puede deparar más satisfacción de la que en principio pensaba. Este giro de pensamiento y apreciación de la vida lo consigue con la interacción con un niño extraño, venido de no se sabe bien dónde y que le muestra su experiencia en un viaje increíble. El Principito logra hacer ver al lector, tanto adulto como infante, una manera diferente de observar la realidad, puesto que narra una situación dando importancia a detalles que nos hacen reflexionar sobre el modo en el que analizamos lo que vemos y experimentamos. De entre todos los capítulos del libro, este artículo pretende aprender sobre la enseñanza que nos depara el número X.
El rey.
“-¡Ah! He aquí un súbdito-exclamó el rey cuando vio al principito.
Y el principito se preguntó:
-¿Cómo puede reconocerme si nunca me ha visto antes?
No sabía que para los reyes el mundo está muy simplificado. Todos los hombres son súbditos.”
Cuando leemos esta parte inicial, vemos dos puntos de vista, el del principito que no entiende el concepto de poder, soberanía, ley, mandato y el del rey, que da por sentado que es un súbdito como si de un axioma se tratara.
Seguramente, cuando leemos esto nuestra posición es la del rey, puesto que hemos aprendido lo que significa ese cargo y en la posición en que queda el principito con respecto a él. Pero ¿por qué? Realmente la existencia del rey está condicionada por la existencia del súbdito, es decir, solo en la interacción social “somos”. El principito no ha interactuado más que con su flor por lo que no puede comprender la posición del rey.
En antropología política se estudian conceptos como poder, liderazgo, legitimidad, que aparecen en la relación que una figura mandataria tiene con aquellos sobre los que ejerce su influencia o dominio. ¿Qué hace que el rey de muestra historia ordene esperando la pronta respuesta adecuada del principito? La legitimidad. En nuestro caso el rey es legítimo, porque en nuestra cultura, se es rey por nacimiento, no se elige. De igual manera un “gran hombre” de la Polinesia logra su legitimidad en base a la generosidad para con los miembros de su comunidad o un presidente de gobierno en base a los votos en una elecciones. Incluso un dictador puede alcanzarla si logra beneficios para su pueblo de alguna clase. Por lo tanto, cuando el rey ordena, está en el derecho a hacerlo en base a su legitimidad por nacimiento. Pero si leemos atentamente, vemos que aún creyendo legítimo su poder y posición, sus órdenes han de ser lógicas, entre otras cosas porque de no ser cumplidas se pondría en entre dicho el poder que emana de su persona.
El poder se detenta en multitud de situaciones y de diferentes maneras. El poder de los chamanes está en el sentido sobrenatural del mismo, éste lo ejerce porque es él quien tiene conexión con el mundo espiritual. En otros casos como en las sociedades igualitarias, el poder que puede ejercer el jefe solo puede ser ejercido en determinadas situaciones de manera que más que un concepto de control, es un concepto de realización como en el caso de los Cree.
En el caso de nuestro rey su poder es independiente, esto es, que lo ejerce porque va unido al cargo independientemente de que quien lo ostente, tenga las capacidades adecuadas para ello. Esto ocurre en sociedades centralizadas pero no así en sociedades igualitarias donde el poder independiente “se gana” porque a quien se le otorga ha demostrado unas capacidades superiores a las de otros para determinadas situaciones y por tanto son a estas situaciones a las que se circunscribe tal potestad. Así es por ejemplo en sociedades igualitarias de Oceanía donde aquellos que reciben esta capacidad de tomar decisiones por la comunidad, circunscriben su acción a servir de ejemplo o mediar en desacuerdos.  ¿Y qué es entonces el poder dependiente? En nuestra historia también tenemos esta figura política.
Cuando el rey ve que el principito terminará marchándose, quedando así sin súbdito y por lo tanto sin ejercer su poder y legitimidad sobre nadie, decide hacerle ministro de justicia. El poder dependiente aparece cuando quien representa al poder independiente, ya sea un individuo o un grupo de individuos delega, concede o asigna parte del poder a otro individuo o grupo de individuos. El principito recibe el poder de juzgar como actividad a su cargo de ministro de justicia, el poder independiente cede poder al dependiente.
Por otro lado, la forma en la que el rey dictamina sus órdenes, indica que se basa en la lógica y en la razón para pedir lo que pide.
“Si ordeno, decía corrientemente, si ordeno a un general que se transforme en ave marina y si el general no obedece, no será culpa del general. Será culpa mía”
El poder que ejerce el monarca, aunque sea un monarca universal como el de la historia, no está basado en la fuerza, es decir, no es un poder coercitivo, sino un poder consensuado. Un poder consensuado es aquel que se basa en el consenso de los ciudadanos para legitimarse y por tanto se pueda ejercer con los resultados que se esperan. Aunque podamos tener poder consensuado en sociedades centralizadas, éste suele aparecer ligado al poder coercitivo con lo que es difícil separarlos para analizarlos. Un ejemplo es el del pago de impuestos. Un ciudadano, ¿paga sus impuestos porque los cree justos para el sostenimiento del estado del bienestar o por miedo a la cárcel? Es más claro verlo en sociedades igualitarias.
Los estudios de Lewellen en Perú con los aymara, arrojan luz sobre este concepto con un ejemplo. El alcalde obtuvo la colaboración del municipio para la elaboración de un censo a petición del Ministerio de Educación, aún cuando los habitantes estaban recelosos del uso que se les pudiera dar a aquellos datos, porque pensaron que su alcalde lograría con aquello un beneficio para la comunidad más adelante. Podríamos pensar que el rey logra el consenso de su poder porque sus órdenes son razonables y por eso son cumplidas, de no serlo como en el caso del general que no se transforma en ave marina, es culpa del rey que no se cumplan puesto que no está basándose en el consenso de  que sus órdenes se atienen a razón y lógica.
El capítulo termina cuando el principito, cansado de la conversación y el personaje, decide marcharse.
“-Si Vuestra Majestad desea ser obedecido puntualmente podría darme una orden razonable. Podría ordenarme, por ejemplo, que parta antes de un minuto. Me parece que las condiciones son favorables…(…)
-Te hago embajador-se apresuró a gritar el rey.
Tenía un aire muy autoritario.”
Mirando esta última parte con los ojos de la antropología política, estaríamos contemplando cómo se defiende la ostentación del poder. Un líder siempre está expuesto a un segundo que quiera su lugar. Es por esto que es menos peligroso tener un grupo de personas con cierto poder controlado. El principito al decirle al rey la orden que podría darle pasa de ser un individuo con poder dependiente como había postulado el rey al nombrarle ministro de justicia, a poder ser un potencial rival capaz de ejercer el poder legítimo basado en este caso en la lógica y la razón. El talante razonable del monarca pasa a ser ahora autoritario como nos dice el texto y por tanto, deja claro quién puede dar órdenes o insinuarlas con total libertad de acción y quién no.
A estas alturas y volviendo al principio del texto, seguiríamos teniendo una idea preconcebida, aprendida e instaurada de lo que significa la figura del rey aunque fuéramos unos niños, puesto que la literatura infantil está llena de monarcas con un poder ilimitado que reina en los lugares donde ocurren los cuentos. A no ser que perteneciéramos a un grupo social igualitario, donde el poder, el liderazgo o la legitimidad tienen significados y desarrollos diferentes, tendríamos difícil no mirar el texto desde una perspectiva emic y por tanto la mirada del principito nos seguiría llegando a través del análisis de la lectura, en este caso desde la antropología política.
Concluyendo, el capítulo X puede parecernos un simple encuentro entre dos personajes que parecen tener una idea distinta de lo que son cada uno, pero solo cuando nos paramos a pensar más detenidamente en lo que significa aquello que define a cada personaje, vemos el peso de la socialización, de la interacción social, del aprendizaje de los roles que aparecen en una sociedad concreta y de cómo difieren de otras, sin que ello signifique que sea ni peor ni mejor, solo diferente. Lo importante es no dar nada por sentado, ni por lógico ni pensar que los demás compartan nuestro canon de pensamiento. Cada grupo social se adapta a un entorno con unas normas que les son propicias para la vida y desarrollo de la comunidad.
Sonia Hidalgo

Referencias

De Saint-Exupery, Antoine 1984. El Principito. Madrid. Ediciones Alianza.
Lewellen, T. C.1994 Introducción a la Antropología Política. Barcelona. Ediciones Bellaterra 2000.
 Centro de Investigaciones Científicas y Tecnológicas de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales (jueves 22 de mayo de 2008).Cátedra de Sociología General [Blog].Recuperado de http://sociologiageneraluna.blogspot.com.es/2008/05/el-interaccionismo-simblico-desde.html

Mercaderes del tiempo

Un grupo humano tiene un comportamiento concreto basado en su socialización. No es un algo inamovible, al contrario, las relaciones entre sus miembros terminan modificando algunos aspectos que influencian en otros y así sucesivamente hasta que bien en corto espacio de tiempo o después de un tiempo dilatado, modifican la forma social inicial. Los mecanismos a través de los cuales se producen esos cambios son diversos, pero sin duda las relaciones de comercio a lo largo de la historia del hombre han sido decisivas. Hoy, en nuestra economía de mercado, el comercio electrónico es algo más que un fenómeno económico  de adquisición y venta.

El mundo puede ser muy grande o muy pequeño, todo depende del grado de globalización al que tengamos acceso. Si bien las distancias físicas no pueden ser reducidas sí podemos reducir el tiempo en recorrerlas. El concepto “físico” ha sido superado y ya no es necesario estar en un lugar para poder “estar”. Accedemos a cualquier parte del mundo de manera digital e interactuamos con otras personas en múltiples esferas. Tiempo, esa es la palabra mágica. Tiempo que es gestionado para tener más tiempo y usarlo en reducir el tiempo que necesitamos para hacer cualquier cosa. Tiempo productivo eficiente y eficaz, que transforma el mundo económico en base a su gestión. Tiempo que no nos alcanza para asimilar todo aquello a lo que tenemos acceso y de pronto es necesario generar más tiempo porque perdemos capacidad de absorción del mundo que nos rodea.
¿De dónde podemos sacar más tiempo? ¿Qué actividades pueden ser modificadas para obtener más tiempo? ¿Dónde está este bien preciado malgastado en nuestras vidas?
Sin duda, una de las actividades que ha encontrado su lugar en el mundo digital y crece a nivel mundial en diferentes sectores es el comercio. Según el informe Global In 2017 sobre tendencias digitales elaborado por la agencia We Are Social en colaboración con Hootsuite, el uso del eCommerce en 2017 alcanza el 22% de la población. Si bien el desarrollo  a nivel mundial del comercio electrónico es desigual no podemos negar que mantiene un crecimiento sostenido a nivel global. Sin duda, el desarrollo y optimización de pagos a través de dispositivos móviles es pieza angular de este tipo de comercio, de manera que el mCommerce supone la mitad de ese 22% que indica el informe. Es decir, nuestro continuo contacto con nuestro móvil nos abre la posibilidad de gestionar transacciones comerciales sin necesidad de un ordenador. Podemos comprar en cualquier parte, en cualquier situación y en cualquier momento, lo que nos generará más tiempo libre para ser usado en otra actividad. Ganamos tiempo, por no decir la posibilidad de acceso a productos que antes del comercio electrónico era difícil o imposible adquirir. Ese acceso no solo se refiere al producto, también al número de proveedores que pueden facilitárnoslo, lo que abarata el precio en base a la ley de la oferta y la demanda. Se evidencia así una serie de beneficios para el consumidor como son abaratamiento del precio de adquisición, amplitud de variedad de productos, reducción del tiempo invertido en adquirir el producto. Tiempo ganado al tiempo. Pero ¿qué podemos estar  perdiendo con estas transacciones  desde la perspectiva antropológica?
Karl Polanyi aportó a la antropología una fundamental visión de los fenómenos económicos a través de su comparación entre la economía de mercado y las formas en las que otras sociedades habían organizado las esferas de producción, distribución y adquisición de bienes y servicios. De esta manera no solo analizó los fundamentos de la economía de mercado, nos mostró la forma en la que había modificado las relaciones sociales sobre las que se organiza la sociedad.
Decía Polanyi “Reducir la esfera del género económico, específicamente, a los fenómenos del mercado es borrar de la escena la mayor parte de la historia del hombre. Por otro lado, ampliar el concepto de mercado a todos los fenómenos económicos es atribuir artificialmente a todas las cuestiones económicas las características peculiares que acompañan al fenómeno del mercado”[i] y ciertamente, tendemos a ver “lo económico” desde nuestro punto de vista, inmersos en una economía de mercado que supone como él mismo decía, una esfera separada del resto de esferas que componen la sociedad. Algo que no haría alguien cuya sociedad organiza de forma diferente “lo económico” que depende de las relaciones de parentesco, religiosas, política etc. Para nosotros es algo separado, sí, pero que ejerce una influencia capital en el resto de esferas sociales. Volviendo al mercado electrónico y buscando su antecesor, el mercado físico, hagamos un ejercicio de imaginación sobre lo que supone la transacción económica.
El mercado como lugar físico, no solo nos ofrece un soporte tangible de las acciones económicas de transacción. Esa demarcación del espacio físico, se convierte igualmente en un espacio culturalmente establecido, donde se desarrollan múltiples actividades que van más allá del mero hecho de adquisición de un producto.
Podemos ver como se ponen en contacto el campo y la ciudad, cómo los productos que se exponen toman una distribución concreta, adecuada a la visión urbanita con una apariencia modificada en base a cánones de salubridad establecidos en lugares diferentes de los lugares de producción. De esta manera llegan a nosotros en un contexto distinto al que pueden tener aquellos que los producen. También se produce en el mercado intercambio de información de todo tipo, pues supone un lugar de encuentro en el cual, interaccionamos con otras personas con conversaciones diversas en las que participamos, aportando nuestro punto de vista, nuestra curiosidad, nuestro conocimiento. Pero no solo se circunscribe esta relación comunicativa a las personas que pretenden adquirir los productos y los que los ofrecen. También alcanza a aquellos que simplemente comparten  tiempo en un lugar de encuentro, proveedores de paso, vigilantes, personal de limpieza, que concurren físicamente en este espacio de interacción. El mercado como lugar físico, incluso como no lugar como indicaba Marc Augé, constituye un lugar social con más o menos actividad vinculante de los participantes, pero actividad, que trasciende al hecho económico de adquisición. Se convierte en una herramienta para evidenciar status social, en un espacio de transformación y ajuste donde el objeto de adquisición adquiere una imagen construida precisa y los participantes en la transacción ocupan un lugar social determinado por el propio objeto adquirido.
¿Dónde están todas estas relaciones en el comercio electrónico? Seguramente nos hemos visto comprando con nuestro móvil a alguien que no vemos y con el que salvo necesidad, no entablaremos conversación alguna. Una simple acción impersonal que coarta todas esas relaciones que hemos imaginado en un mercado físico. ¿Seguro? Quizá no.
En 2005, Yahoo acuñó un nuevo término que definiría una ramificación del comercio electrónico basado en el uso de redes sociales. Estas redes, ayudan a la compra y venta en línea tanto de productos como de servicios. Facebook, Twitter, YouTube, Pinterest ofrecen la posibilidad de interacción entre usuarios que aportan su experiencia, su punto de vista, su valoración de los productos que se ofrecen. Económicamente es evidente las posibilidades de beneficio tanto para compradores como para vendedores, la facilidad en la publicitación, mejora en la atención al cliente, mayores canales de compra etc. ¿Pero son equiparables estas relaciones a las que se establecían en el mercado físico?¿A qué nivel de manipulación estamos expuestos si la opinión proviene de opinantes ficticios creados por el propio vendedor?¿Qué hay detrás de cada perfil de usuario, qué intención?
El comercio online y el offline conviven actualmente, unos productos aparecen más en uno que en otro, pero no son excluyentes, al contrario. Sin embargo, la influencia que uno y otro tienen sobre el comportamiento de aquellos que hacen uso de los mismos no es equiparable.
El soporte del comercio electrónico, con el auge del comercio a través de redes sociales, es la mejor herramienta para definir los gustos, tendencias, posicionamientos etc del público que tiene acceso a él. No solo estamos comprando un producto para la limpieza del hogar, un alimento, un mueble. Estamos dando multitud de información sobre nosotros mismos a través de la información recogida en la red aportada por nosotros mismos con nuestras búsquedas. Esa información es moneda de cambio no solo en el ámbito del comercio. Indica nuestra posición política, nuestros gustos y tendencias, nuestro pensamiento y de la misma forma que se obtiene, se modifica. ¿Es el comercio electrónico, el eCommerce, mCommerce, Social Commerce, una respuesta a una necesidad ante un mundo globalizado y falto de tiempo o más bien una necesidad creada con muchas más aplicaciones de las que a simple vista podemos ver? Creamos una sociedad a gusto de aquellos que tienen la capacidad de influir en nosotros.
Tiempo. Generamos herramientas para poder ganar más tiempo para nosotros, para nuestra vida privada, para nuestra familia y amigos. Para relacionarnos con otros, compartir, aprender, disfrutar, socializar en definitiva. Pero el tiempo es dinero, es beneficio económico y en una sociedad basada en la economía de mercado como la nuestra, “lo económico” buscará nuevas vías de expansión y aunque esfera independiente del resto de esferas sociales es la esfera por excelencia, la que influye en las demás. El tiempo no es un bien que podamos acumular, sin embargo lo buscamos a toda costa. La cuestión es saber si esa ilusión que creamos cuando pensamos que lo tenemos por vivir en esta nuestra sociedad que al mismo tiempo es quien nos “lo roba”, sirve a otros más que a nosotros mismos.

Referencias

Manual de antropología económica. José Luis Molina.
Polanyi, Karl (2009). El sustento del hombre , Madrid , Capitán Swing.
[i] Polanyi, Karl“La falacia económica”