La realidad acolchada
Érase una vez unos jóvenes futbolistas que se adentraron en una cueva en la que solían realizar ritos de iniciación y pasar el tiempo explorándola. La mala suerte quiso que el camino hacia el interior de la misma se inundara y quedaran atrapados por 15 días hasta que fueron rescatados por un equipo internacional de profesionales buceadores. A grandes rasgos esta historia tiene todo lo que necesitamos para atraparnos en la narrativa de los hechos, cuenta incluso con un momento trágico cuando muere uno de los rescatadores o fallece el padre del coordinador del rescate justo cuando todo termina. Si no fuera porque es real parecería un guión de una película de Hollywood y, quizá incluso -sí, muy probablemente- veremos esta historia en los mejores cines. Sin embargo, parece desmesurado del seguimiento de la noticia a nivel mundial y hace pensar si no estaremos frente a una cortina de humo que vemos ondear como si un viento invisible la moviera distrayéndonos de algo a lo que deberíamos prestar atención.
Todo ocurría un 23 de junio, cuando unos chicos del equipo los jabalíes salvajes antes de llegar a casa y celebrar el cumpleaños de uno de ellos, Peerapat “Nigth” Sompiangiai se pasaron por Tham Luang, cueva a la que solían acudir para realizar ciertos ritos de paso como todos hemos hecho en nuestra niñez y adolescencia. Pero la cueva en tiempos del monzón se vuelve peligrosa por las inundaciones fruto de las fuertes lluvias. Al ver que los muchachos no volvían a casa, sus padres fueron a la cueva donde encontraron sus bicicletas dando así la voz de alarma y comenzando un rescate muy dificultoso que ha tenido un seguimiento global.
La operación de rescate reunió a fuerzas de élite de la Marina Tailandesa, la policía nacional y otros equipos de rescate además de multitud de voluntarios. Sin duda el seguimiento de la notica ha llegado incluso a aburrirnos – eso sí, cuando ya sabíamos que el desenlace iba a ser feliz- y ya no nos ha hecho tanta ilusión saber del dato. Pero reflexionando un poco podemos preguntarnos. ¿Qué tiene este caso que lo hace tan atractivo a los medios de comunicación? Quizá la pregunta se puede contestar precisamente con todo lo contrario ¿Qué hace a otros casos no serlo?
Turismo sexual
Tailandia es un referente mundial del turismo sexual, ese mismo país donde 12 chicos futbolistas como lo puedan ser doce chicos de cualquiera de nuestros pueblos, ciudades o países, acaparó por dos semanas toda la atención mediática mundial. Mientras el rescate ocurría no se rescataba a ningún niño o niña de las redes de trata que se desarrollan con toda seguridad no muy lejos de la cueva famosa- al menos no es algo que se nos haya contado-. El año pasado sí se rescató a una joven obligada a prostituirse desde los doce años. Esto derivó en una investigación que terminaría con una redada en el famoso burdel Victoria Secret y la huída de su propietario Kampol Wirathepsuporn. Lo más curioso de todo esto, es la caída en bolsa de diversas empresas tras la redada.
Kampol tenía acciones en todas las empresas que estaban cayendo en bolsa, desde constructoras hasta medios de comunicación. La bolsa de Bangkok es un lavadero de dinero procedente de la trata entre otras actividades delictivas y no es algo desconocido para las autoridades.
Como en Tailandia, en Filipinas y en otros países no solo del sureste asiático, la trata de seres humanos para diversos fines mueve mucho dinero y son muchos los niños que están cautivos en ellas.
Desplazados
Hace un año en este mes de agosto que comenzó el drama de los rohingya. ¿Comenzó? No, esta etnia musulmana que ha vivido en Myanmar por siglos y desde 1982 no son considerados ciudadanos del país, es la etnia más perseguida del mundo. Más de la mitad de los desplazados son niños y muchos de ellos huérfanos. Durante su huída han perdido a la mayor parte de su familia y ahora malviven en campos de refugiados inundados por las mismas lluvias que amenazaban el rescate de los niños tailandeses. Los refugiados rohingyas no pueden cocinar si la leña que recogen está mojada, si es que hay algo que cocinar. Tampoco se han rescatado niños aquí.
Miles de niños sirios han desaparecido una vez han pisado -si es que lo han conseguido y no han muerto ahogados en el mar- suelo europeo víctimas de las redes de pederastia. Nos impactó la imagen de Aylan Kurdi, dio la vuelta al mundo, pero desde que murió en 2015 más de 12.000 personas se han ahogado intentando huir de los conflictos que atenazan sus lugares de origen. Gran parte de ellos son niños.
Son niños de Siria, Libia, Somalia, República Democrática del Congo, Irak, Afganistán, una lista de países que podemos engrosar más si quereos pero que no creo necesario. Ellos también necesitan ser rescatados. Pero ellos pertenecen a “otra categoría” de personas. Como lo son los niños retenidos en Estados Unidos por las políticas migratorias de Trump, o los niños palestinos encarcelados en Israel.
Podríamos seguir enumerando conflictos, situaciones de diversa envergadura donde los niños estarían en peligro y fuera necesario rescatarlos. Desde grandes volúmenes de niños hasta pequeños grupos concretos en situaciones muy específicas. Pero no sería correcto decir que en todos estos contextos enumerados no se realizan actividades de rescate, claro que se dan, pero de una manera bastante diferente. El tratamiento tanto político como mediáticodifiere de nuestro caso de partida y son varias sus causas, como es lógico ante situaciones globales concatenadas por hilos en ocasiones difíciles de ver, no obstante, este artículo trata de algo más “sencillo” de ver. No pretende desentrañar múltiples aspectos de las leyes migratorias, el poder de la información, la creación de esa “realidad” donde nos movemos como si tuviera pretensiones orwellianas o huxlerianas, solo pretende que prestemos un poco de atención a lo que vemos, oímos y a veces escuchamos- solo a veces porque parece que escuchar ya no esté de moda-.
Unos 15 días antes de que los niños tailandeses se quedaran atrapados en Tham Luang, se rescataban ante las costas de Libia a 629 personas, 123 eran niños y 7, mujeres embarazadas. El rescate lo realizó el barco Aquarius de la ONG SOS Mediterranée. Tras la negativa de Italia a permitir el desembarco en su territorio, el barco se dirigió hacia Valencia.
España acogía a los rescatados en un acto loable que hay que reconocer que no deberíamos ver como excepcional sino como lógico. Este rescate, ha removido la caja de pandora en la que se ha convertido la política migratoria europea y en consecuencia internacional. La situación concomitante política española en ese momento de cambio de gobierno, lleva a una parte de la sociedad a pensar en la medida como “oportunista” del nuevo ejecutivo, en cualquier caso no hay que empañar un gesto imitable por el resto de países y otorgarle por tanto la honorabilidad que trasmite.
Pero una vez en tierra ¿qué hay que hacer?. Una pregunta sencilla cargada de dificultad de análisis y resultados no solo a nivel social o político, también jurídico. De hecho el primer jurista europeo que ya comprendió la necesidad de análisis de los movimientos migratorios a nivel jurídico no nació en el siglo XX, ni siquiera en el XIX lo hizo en 1495 y se llamó Domingo de Soto(1).
¿Tuvo seguimiento mediático el desembarco del Aquarius? por supuesto, al igual que las consecuencias políticas que conllevó – ya sean más o menos resolutivas y estemos de acuerdo o no con ellas-. ¿Pero qué seguimiento en medios de comunicación tuvo comparado con lo que supuso el rescate en Tailandia? Bastante inferior. Sin embargo, es un tema acuciante, algo que hay que acometer más pronto que tarde, una patata caliente que hay que enfriar y procesar y no pasarla de mano en mano. ¿Acaso no tenemos una opinión al respecto, no creemos que se debería hacer tal o cual cosa? Claro que sí, pero nos han vuelto muy “perezosos”- o mejor dicho no tenemos tiempo para nada-. Eso supone leer, entender, contrastar, informarse desde el medio más radical hasta el más conservador y activar algo que nos están adormeciendo, el pensamiento crítico. No se trata de una pereza a la vieja usanza, sino en una nueva forma de entender que lo que no se soluciona rápido y no requiere mucho esfuerzo deja de atraernos, aunque suponga una obligación moral.
Lo que en un principio supuso un cambio radical en la política como fue la influencia de la opinión pública informada a partir de la guerra de Vietnam, ahora parece que se utiliza para todo lo contrario. Que se nos satura de información, gran parte de ella irrelevante y nos es difícil ya comprender dónde está lo importante, por no decir el entrenamiento en la pereza tan sutil que nos están inyectando. Muchas imágenes, pocas palabras, programas de dudosa diversión, cambios rápidos y lo más importante, lo más indoloro posible.
¿Por qué relacionar estos dos casos?
El caso del Aquarius, los raptos de niños refugiados, los prostíbulos de Bangkok, las cárceles Israelíes o Sirias, las deportaciones estadounidenses, los niños soldado tienen muchas conexiones, muchos intereses, muchos hilos, algunos se dejan ver otros se intuyen; algunos ni creeríamos. La publicidad que se les dé será la justa. Evidentemente, rescatar a 12 chicos de una cueva por dificultoso que sea no es comparable a rescatar a 600.000 niños rohingyas, no seamos ingenuos a estas alturas, pero que prestemos más interés en los primeros, cuando quizá sea más importante lo segundo, tiene su por qué.
Decía Bauman que si Descartes viviera en la actualidad cambiaría “Cogito ergo sum” por “Me ven, luego existo”. Nos están enseñando a que lo que más tiempo permanece en emisión, el trending topic, los followers que un personaje posee, lo que más cobertura mediática en definitiva obtenga es lo que nos tiene que interesar. Y funciona, porque a los que controlan la información les interesa una estrategia efectiva y a los que la recibimos, permanecer en nuestra forma de vida líquida- recuperando a Bauman de nuevo- que nos permite permanecer en este continuo movimiento de aceleración de todas las esferas a las que pertenecemos.
Zygmunt Bauman consiguió retratar la sociedad moderna con el concepto “líquido” y así consiguió explicarnos cómo se han producido los cambios tan significativos en las generaciones siguientes a partir de la segunda mitad del siglo XX a raíz de cambios sustanciales en la filosofía de vida, lo ético o moral a causa de cambios sociales y políticos. Desde la educación, hasta el amor, todo es líquido, cambiante, rápido. Las relaciones de vida se basan el miedo al compromiso, a la renuncia y pretende comienzos rápidos y finales indoloros. La renovación por encima de todo, la era del consumo, donde lo importante no es conservar sino consumir y la información también se consume, no lo olvidemos. En una realidad líquida en cualquier momento te puedes quedar atrás no puedes prestar atención a cosas que consuman mucho tu tiempo y es mejor buscar “lugares” indoloros.
Retomando el principio de todo esto, la diferencia entre el tratamiento del caso de los niños tailandeses y el de cualquier otro con niños implicados en situaciones extremas tiene mucho que ver en nuestra necesidad de distanciarnos de lo que nos puede afectar. Los niños tailandeses no nos provocarán aporofobia(2), no nos importa incluso si vienen a nuestros países a visitarnos, montaremos un circo mediático y todos querremos participar de alguna manera en el fenómeno. Tienen a sus padres, no nos tenemos que preocuparnos de ellos más allá de ver cómo iba el rescate. No precisa de mucha más atención por nuestra parte, su caso no nos perturba nos entretiene de alguna manera y tiene un final feliz. El resto de casos precisan de nuestro pensamiento crítico, de soluciones complejas, de información contrastada y de mucho dolor causado desde nuestros propios países a los de origen de los que ahora llaman a nuestras puertas. Ser insensibles al dolor físico o anatómico durante un tiempo concreto es bueno, pero no podemos anularlo para siempre porque el dolor es un aviso de que algo anda mal, con lainsensibilidad moral pasa lo mismo. Las enfermedades más difíciles de tratar son aquellas que dan la cara cuando están avanzadas y no han denotado dolor alguno, y Bauman nos advertía de que con la insensibilidad moral nos pasará lo mismo. Nuestra enfermedad es la ceguera moral.
Conclusión
No concebimos nada que no pueda ser consumido, quizá por ello un rescate con un principio un nudo y un desenlace, que termina como si de una película se tratara nos llega más que la tragedia de otros niños en el Mediterráneo por ejemplo. La historia se desarrolla en 15 días, algo más que interesante para una sociedad incapaz de mantener la atención sobre alguna cosa demasiado tiempo. Es algo que se ha presentado en una pantalla, que nos ha removido la conciencia durante el tiempo justo en el que somos capaces de mantener la atención sobre algo por muy vital que sea y cada uno ha seguido con su vida, esperando otro reality que nos entretenga.
Y también eso es algo más que premeditado, el consumo televisivo de reality donde la “realidad” es aséptica, es controlada y delimitada en base a la reacción del público que lo ve. Todo está manipulado para pensar que es esa la realidad y no otra porque en el fondo aunque no lo pensemos, de manera subliminal se nos va moldeando la apreciación de lo importante, de lo necesario.
Ya se ha oído que se sacará alguna película sobre lo acontecido, eso sí, con el filtro específico que elimine el sentimiento real de los niños, el sufrimiento o la debilidad humana. Se erigirá un líder, el chico más callado que se elevará cuando la situación sea muy trágica y dará fuerzas a sus compañeros que terminarán aceptándolo. Demostrando una vez más un producto donde los chicos marginados al final son los que ganan, y sin embargo nos cansamos de ver que esos chicos en la vida cotidiana sufren tanto que se suicidan, o cogen un arma y matan a sus compañeros. Chomsky nos advierte de la manipulación que sufrimos y popularizó las “10 estrategias de manipulación mediática” de Sylvain Timsit, quizá deberíamos echarles un vistazo de cuando en cuando para no perder la perspectiva.
Referencias
(1) Deliberación de la causa de los pobres (1545)
(2) La aporofobia es un neologismo acuñado por la filósofa Adela Cortina y que da nombre al rechazo, miedo o aversión a los pobres. Fue elegida palabra del año 2017 por la Fundación del Español Urgente.
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