Las salvadoras nueces del mongongo
Hace 12.000 años se produjo uno de los cambios más importantes en la vida del homo sapiens que configuró su futuro de una manera decisiva, el neolítico. Si bien determinamos los avances que supusieron la aparición de la agricultura y la ganadería entre otros aspectos de este periodo, no todos aquellos que estudian sobre los inicios de nuestra especie piensan que fue algo positivo para nosotros. Yuval Noah Harari, escritor e historiador israelí, nos adentra en este “fraude” con su libro Sapiens: De animales a dioses. Seguiremos su artículo y otras fuentes para ilustrarnos.
El crecimiento económico podemos dividirlo en tres épocas históricas que se separan por dos revoluciones, la agrícola y la industrial. La primera nos llevó a través de 9.000 años a un cambio lento que derivó en el desarrollo de la civilización urbana mediante el paso de la caza, la pesca y la recolección de alimentos, al cultivo de la tierra, la domesticación de animales y el sedentarismo. En la actualidad salvo contadas poblaciones de cazadores recolectores, la neolitización ha llegado a toda la humanidad, aunque este fenómeno presenta variables muy representativas en cuanto a ritmos, cronologías y procesos históricos. Domesticamos plantas y animales y no solo por contagio, este fenómeno apareció entre poblaciones que no tenían contacto entre sí. Distinguimos 5 núcleos de surgimiento del neolítico: norte de china, sureste asiático, Mesoamérica, región andina y el Creciente Fértil del Mediterráneo.
El neolítico supone el 1% temporal en la historia del género humano, ¿Qué hizo entonces que de pronto dejáramos atrás nuestro ancestral modo de vida y lo cambiáramos por esta nueva forma de conducir nuestros destinos?
Son varias las teorías que pretenden dar una explicación a este cambio de modo de vida. La demográfica se basa en una presión poblacional que derivó en una nueva forma de organización social que mantuviera a una población cada vez mayor, aunque es difícil demostrar estos datos en poblaciones del pasado. La teoría del festejo competitivo hace alusión a que dentro de los grupos había individuos que querían una mejora de su estatus socialy buscaban ofrecer regalos y festejos para mover lealtades. Sin embargo, esta teoría no es aplicable a todos los grupos y es más lógico pensar en la aparición de la agricultura y ganadería como un medio de subsistencia más que en una herramienta social. Otras teorías se basan en lo propicio del ambiente y el desarrollo tecnológico de las poblaciones en esos lugares concretos. En cualquier caso, sea cual sea el motivo del surgimiento, es evidente que fue adoptado rápidamente por las sociedades de cazadores/recolectores y no es de extrañar si pensamos en un grupo que pasa el día deambulando para encontrar alimento y de pronto lo encuentra todo junto en una zona concreta. No se les podría culpar por desear algo fácil a priori. Y es a priori, porque en realidad, la agricultura nos ofreció la posibilidad de obtener más cantidad de alimento, pero no a corto plazo. Las cosechas necesitan un tiempo de desarrollo y un trabajo continuo para que la producción no se eche a perder. Pero desde una visión desarrollista podemos pensar en una gran ventaja que nos ha proporcionado la posibilidad de crecer como especie en multitud de campos al deshacernos de la ardua tarea de vagar de un lado a otro para alimentarnos. Pero también hizo de nosotros una especie más débil biológicamente, aparecieron las desigualdades sociales y nos convertimos en una lacra para nuestro plantea al tratamos como si nos debiera una pleitesía de la que no somos merecedores.
Hariri o Diamond entre otros nos plantean otra visión que se aleja bastante de esta idea de progreso que supuso el neolítico según la perspectiva desarrollista y lo abalan con pruebas recientes arqueológicas que demuestran el alto precio que la especie humana pagó por la revolución neolítica. Si bien es cierto que hemos conseguido obtener nuestro alimento sin el sudor de nuestra frente sino con la fuerza de las máquinas, que vivimos más años o que comemos más variado, esto no es trasladable a toda la humanidad, por ejemplo. Siempre nos han dicho que dejar atrás la vida de los cazadores/recolectores nos dio más tiempo para desarrollarnos en aspectos como el arte, pero no está claro que en realidad utilizáramos tanto tiempo antes del neolítico para obtener nuestro alimento, es más los estudios de las sociedades de cazadores/recolectores que aún sobreviven como los Haza en Tanzania o los ¡Kung del Kalahari indican lo contrario. Estos grupos dedican a la semana entre doce y diecinueve horas a recopilar su alimento, en algunos casos como en los Haza el máximo es catorce, bastante menos que lo que trabajan sus vecinos agricultores. La ya famosa respuesta que dio un bosquimano a la pregunta de por qué no emulaba a sus vecinos agricultores lo explica todo teniendo en cuenta que sus vecinos les relegan a las peores tierras “. ¿Por qué deberíamos hacerlo habiendo tantas nueces del mongongo en el mundo?”
Veamos las supuestas ventajas que nos vende el desarrollismo.
Cuando los cazadores/recolectores adoptaron la agricultura y la ganadería, sus vidas mejoraron. Sin embargo, los paleopatólogos nos indican algo diferente. Las muestras analizadas de heces bien conservadas de cuevas en Nevada, autopsias de momias de los desiertos de Chile o los esqueletos encontrados en multitud de asentamientos humanos prehistóricos nos hablan de un empeoramiento de nuestras condiciones anatómicas y de salud. Perdimos altura, de hecho, de los 175 cm en hombres y 166 en mujeres pasamos a 160 en hombres y 152 en mujeres. Nos fuimos recuperando poco a poco, pero poblaciones como la griega o la turca aún no se han recuperado de este impacto.
En muestras de unos 800 esqueletos encontrados entre el río Illinois y Spoon determinan que alrededor del 1150 DC el cambio al cultivo intensivo provocó malnutrición entre sus miembros lo que atestigua los defectos en el esmalte dental, deficiencias de hierro, enfermedades infeccionas o degeneración de la columna vertebral por el trabajo agrícola. Se bajó de una esperanza de vida de veintiséis años a diecinueve. Habían cambiado una dieta variada por otra con varios alimentos ricos en almidón. Las calorías aportadas por trigo, maíz y arroz de mala calidad además, produjeron una deficiente aportación en vitaminas o aminoácidos. Si alguna de estas cosechas fallaba pasaban hambrunas que junto a la sobrepoblación que trajo parasitosis y enfermedades infecciosas ponían en jaque a la población. El comercio facilitaba que esas enfermedades se extendieran y el surgimiento de grandes ciudades dio facilidades a enfermedades como la peste y el sarampión.
Pero ¿todo lo negativo que trajo la agricultura está circunscrito a nuestra salud? La verdad es que no. Tener excedentes en la producción da lugar al concepto de propiedad. Los cazadores/recolectores no tenían almacenado alimento o al menos no en una cantidad importante. No había una élite que se superpusiera al resto como ocurrió con la aparición de la agricultura. Aquellos que tenían tierras más fértiles y conseguían más excedentes podían manejar a aquellos que no tenían tanta suerte. Comienza la división de clases donde unos pocos viven de forma desahogada mientras otros producen entre malnutrición y enfermedades para mantenerles. En las tumbas de Micenas del 1500 a.C., los restos de reyes arrojan datos sobre una mayor altura y mejor dentición que sus súbditos, mientras que las tumbas chilenas muestran esqueletos de las clases pudientes con menos malformaciones óseas que el común de los mortales.
La desigualdad entre los sexos también pudo ser causada por la adopción de la agricultura. Las mujeres aumentaron sus embarazos al no tener que portar un bebé de un lado para otro y usadas como mano de obra menos valorada que hoy podemos encontrar en países como Nueva Guinea, donde no es difícil verlas cargadas con fardos enormes mientras los varones llevan menos peso.
Diamon también defiende que la desigualdad de clases comenzó con la aparición de la agricultura y así lo sostienen a su vez la Universidad de Bristol mediante los estudios de 300 enterramientos donde se diferenciaba entre agricultores enterrados con herramientas y sin ellas. Los primeros habrían tenido mejor acceso a tierras de mayor calidad que los segundos, hecho revelado por los análisis de isótopos de estroncio. Estos análisis también revelaron que las mujeres del neolítico no solían ser enterradas en su lugar de origen. Este dato nos indica la patrilocalidad o norma de residencia postnupcial, una categoría analítica de la antropología que describe la norma de residencia establecida por una sociedad en cuanto a una nueva entidad familiar. No solo define las normas de descendencia, también las condiciones económicas de un grupo. Concluyen que las semillas de la desigualdad se sembraron en el neolítico al introducirse los bienes hereditarios.
¿Realmente era necesaria la adopción del cambio a la agricultura y la ganadería? Puede que hubiera una mayor densidad de población entre los cazadores/recolectores. Si bien la calidad del alimento proporcionado por los cultivos era de menor calidad, se estaba primando la cantidad dado que el número de bocas por alimentar se había ido incrementando. La nueva técnica de obtención de alimento llegaba a ellos y posiblemente pudieron imitarla. O se limitaba la población o se cambiaba de modo de subsistencia y elegimos la que parece la peor de las opciones. Sin embargo, la teoría del contagio cultural de la adopción de la agricultura también podríamos cuestionarla.
El veneno nuestro de cada día
Según una antigua leyenda Sufí, Eva no le dio a Adán una manzana, sino una vaina de trigo. En el Creciente Mediterráneo, los cazadores/recolectores había recogido trigo silvestre durante miles de años, pero cuando lo domesticaron, lo modificaron también para hacerlo más abundante y sobre todo más resistente, puesto que comenzaron a emigrar a zonas del noroeste de Europa donde la climatología era más adversa. El gluten presente en el trigo es un veneno para nosotros que ingerimos a diario. La modificación que sufrió con la domesticación aumentó el contenido de gluten de un 4%-5% a un 50% además de que el silvestre era consumido cuando no tenían acceso a la carne u otros productos. Por otra parte, el trigo contiene aglutina, una lectina que actúa como defensa personal de la planta porque no lo olvidemos, los seres vivos quieren sobrevivir y no ser comidos, tanto vegetales como animales y en el caso de la lectina, no podemos eliminarla con la cocción. Su ingesta tiene relación con varias enfermedades autoinmunes y procesos degenerativos
Pero no solamente el trigo es mortal al ingerirlo, su cultivo en los años de la expansión de la agricultura supuso una correlación con una era de violencia nunca vista hasta aquél entonces. No todos los pueblos cazadores recolectores admitieron el cambio y aunque no es que los agricultores masacraran a los cazadores recolectores, tampoco es que los segundos emularan culturalmente a los primeros, más bien los agricultores se mezclaron con las mujeres cazadoras y sus hombres esclavizados posiblemente.
Hasta aquel momento no había necesidad de fortificarse para defenderse, para defender la tierra y la producción. Hacerlo supuso más seguridad para los que se unían y más indefensión a los que no y, por último, el precio que pagó el medio ambiente para que el hombre hiciera las tierras cultivables sobreexplotándolas y dejándolas agotadas para producir el trigo hace que pensemos que realmente el trigo era el alimento prohibido y no la manzana.
El caso del maíz es más particular aún puesto que es la planta que no existe. No puede reproducirse por sí sola, necesita la ayuda del hombre para sobrevivir y expandirse y no es una especie original. Hay común acuerdo en la antropología, aunque no se puede demostrar fácilmente, que el maíz actual provenía de la planta Teosinte.
La mitología azteca relaciona el maíz con Quetzalcóatl que lo trajo al mundo. El dios del maíz Centéotl era apaciguado con sacrificios humanos para que las cosechas prosperaran e irónicamente pareciera que se sigue cobrando vidas en la actualidad. El maíz provoca Pelagra, una deficiencia de niacina que es la causante de que no podamos absorber calcio, hierro, yodo, numerosos minerales, vitamina c o b a nivel intestinal. Individuos más sensibles sufren el daño a más temprana edad que los que no, al igual que pasa con el gluten, puesto que, aun no teniendo una hipersensibilidad, nos afecta también pero más lentamente. El maíz también modificó el paisaje y actualmente está siendo explotado para obtener etanol al tiempo que Monsanto nos hace comer semillas modificadas en una especie de terrorismo alimenticio consentido.
Entonces, ¿fue un adelanto o un error la revolución neolítica? Hemos adelantado mucho desde aquel entonces en todos los campos del saber, pero ¿podemos afirmar que de no haber adoptado el sedentarismo nunca hubiéramos podido alcanzar a pintar la Capilla Sixtina, curar enfermedades mortales o establecer leyes? No olvidemos que muchas enfermedades nos llegaron con el sedentarismo, que nos cazadores recolectores tenían más tiempo del que pensábamos para desarrollar el arte y sus sistemas sociales han persistido hasta la actualidad en remotos grupos que han sobrevivido sin problemas hasta el día de hoy. El planeta se ha modificado hasta el punto de tener que pensar si nos durará siquiera 100 años más mientras echamos en falta multitud de especies extintas por la mano del hombre.
Podemos saber los inconvenientes que hemos tenido con la aceptación de la agricultura y la ganadería y valorar si salió más o menos caro el cambio, no podemos saber cómo nos hubieran ido las cosas de haber mantenido nuestro anterior modo de vida, pero una cosa está clara, los ¡Kung dieron una simple respuesta que no les hacía infelices.¿Por qué deberíamos hacerla (cultivar como sus vecinos) habiendo tantas nueces del mongongo en el mundo?”
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