El
auge de los movimientos nacionalistas exacerbados ha sido la base de grandes
conflictos en el pasado y presente de Europa. Los sentimientos de etnicidad
llevados a extremos irracionales, han provocado grandes tragedias a lo largo y
ancho del mundo. Unificar estados sin tener en cuenta estos movimientos, su
surgimiento y evolución, las causas que los alientan, las bases que los
sustentan, es un peligro que es necesario tener muy presente. No hay que carecer
de identidad, ni negarnos a enriquecerla modificándola, mucho menos despreciar la
de otros.
En 1914,
muchos países europeos se creyeron en la cumbre de la civilización. Su progreso
tecnológico, su expansión por otros continentes mediante las diversas
colonizaciones en las que se había implantado el hacer y querer europeo, les
hacía pensarse como adalides del mundo civilizado en expansión. Sin embargo, en
ese mismo año estalla la Primera Guerra Mundial y deja al descubierto la
debilidad sobre la que se asentaba el viejo continente. Nunca hasta ese
momento, la política y la economía se habían acercado tanto, nunca tras los
movimientos de estado, había tantas corporaciones empresariales con intereses
en expandir sus mercados y ubicaciones. Gracias a la paz armada, los europeos
no nos atacábamos entre nosotros, pero los sistemas de alianzas tienen un doble
filo que hizo que de un conflicto entre serbios y austriacos, pasáramos a una
guerra mundial en toda guerra. Pero hubo otras causas también, porque los
conflictos beben de muchas aguas y así se hacen fuertes y duraderos. El
nacionalismo exacerbado fue una de ellas.
Europa se
convertía así en una bomba de relojería. Sobre un mar de supuestas aguas
apacibles de civilización y progreso, flotaban muchas venganzas. Alemanes
contra franceses, turcos contra eslavos, alemanes contra franceses y eslavos,
turcos contra austriacos. Rusia propagando una idea de paneslavismo y Alemania
pangermanismo. Asesinan al archiduque Francisco Fernando y todo vuela por los
aires.
Murieron 37.508.686 de personas aproximadamente, la mayoría civiles.
La Segunda
Guerra Mundial, también tiene varias causas. Quizá la principal fuera las
condiciones en las que quedaron países como Alemania y Austria tras el tratado
de Versalles que cerró la Primera Guerra Mundial. Los sentimientos de venganza estaban a flor
de piel de nuevo, las condiciones económicas propicias para una rebelión, y las
políticas afilando las espadas. Un sentimiento racista comenzó a campar por los
territorios germanos que veían en la diferenciación racial algo primordial para
reconquistar el status quo anterior. Los problemas étnicos se fueron haciendo
cada vez más graves. Surge el sentimiento de superioridad de la raza germana
(identificada por Hitler como “raza aria”) sobre otros grupos raciales, principalmente
los judíos, que controlaban la economía capitalista, y quienes, según la visión
de los nazis, habían dividido a los pueblos germanos e interrumpido su
desarrollo económico. Hay una cosa clara no obstante, la Segunda Guerra Mundial
se originó directamente de la primera. La última firma de aquel tratado de
Versalles debería haber tenido en cuenta que las decisiones tienen consecuencias
que hay que valorar muy bien.
En la Segunda
Guerra Mundial murieron entre 55 y 60
millones de personas y se extendió por todos los continentes salvo la
Antártida.
En 1914 Europa
pensaba que era la cumbre de la civilización y el progreso, pero debajo de su
piel no existía esa unión que se presupone a un grupo humano con esa capacidad
de evolución político-económica. En 2015, Europa se cree unión fuerte y progreso, pero debajo de su piel no existe esa
unión.
La Unión Europea
es un sueño fundado en 1993 tras la unión de las tres comunidades europeas preexistentes : la Comunidad Europea del Carbón y del Acero (CECA), la Comunidad Europea de la Energía Atómica(Euratom) y la Comunidad
Económica Europea (CEE/CE), les añadía la política exterior común y la cooperación judicial y policial, formando un sistema complejo
conocido como «los tres pilares». Se culminaba así con lo que empezó el 18 de
abril de 1951. Tras el Tratado de Lisboa, la Unión Europea sucedió, por
completo aunque con ciertas particularidades, a las Comunidades Europeas y
asumió con ello su personalidad jurídica única como sujeto de Derecho internacional.
“Nuestra verdadera
nacionalidad es la del género humano”.Herbert G. Wells.
La expansión
de la Unión se ha basado primordialmente en intereses económicos por lo que con
esa idea, se ha dejado de lado un importante filtro y se han anexionado países
con valores poco democráticos. Si la Unión pretendía sobrepasar los conceptos
de nación, aunando los territorios bajo otras perspectivas, debe ser a cambio
de soterrar los sentimientos nacionalistas de esos territorios que deben ver la
unión de países como un bien superior.
Lewellen
distinguía dos tipos de nacionalismos: “el
nacionalismo de Estado, el estado territorialmente delimitado asume una lealtad
que trasciende la familia, el parentesco, la cultura de grupo o la etnicidad”. El
estado-nación impulsaría una única lengua dominante y una cultura nacional
supraordinaria que sustituye las reivindicaciones de las clases y subculturas.
La segunda es el etnonacionalismo, en conflicto muy a menudo con el
estado-nación.
Walker Connor
definía este último como “un tipo
de nacionalismo que define a la nación en términos de una etnicidad compartida”.
La etnicidad es
una forma de clasificación, una forma de identificarse con un grupo con el que
compartimos rasgos comunes.
Sin embargo, esos rasgos pueden ser
clasificatorios en unos contextos y en otros no. Los Hausa de Nigeria
estudiados por Cohen, no tenían un sentimiento de etnicidad en un principio,
pero cuando vieron amenazado su sistema comercial particular tras la
descolonización de Nigeria, comenzaron a ser conscientes de su cohesión étnica.
Se defendieron reafirmando su unidad tribal.
“Qué composición
étnica va a tener Europa en 20 años... eso hay que hablarlo" Enikó Gyóri
Dicho esto, no es difícil pensar, que si
en un principio se presenta la oportunidad de aunar fuerzas para un (supuesto)
bien común, y las circunstancias en las que se realiza este proceso son
propicias, los estados-nación mantendrán su identidad pero cediendo en algunos
aspectos para que esa agrupación mayor pueda ser efectiva.
El problema está en que la Unión Europea
se ha basado en una expansión económica primordialmente. Dado que nos
encontramos en un momento de crisis económica mundial, ese bien común, no
parece tan real como en otros tiempos y afloran de nuevo los sentimientos
nacionalistas a modo de defensa, en muchos casos llevados a extremos
irracionales.
Migraciones, crisis económica, falta de oportunidades,
este clima ha favorecido la aparición de partidos nacionalistas antieuropeos de
corte ultraderechista, que pretenden la vuelta al inicio. De nuevo naciones
diferenciadas basadas en características que no siempre son reales o al menos
son escogidas en base a las pretensiones de los movimientos en cuestión.
Amanecer
Dorado de Nikolaos Michaloliakos, Frente Nacional de Marine Le Pen, Partido de
la Libertad (PVV) de Geert Wilders, Partido de la Libertad de Austria (FPÖ),
Vlaams Belang (VB, Interés Flamenco), (UKIP), de Nigel Farage son algunos de
los partidos resurgentes de ultraderecha, euroescépticos y antiinmigración que
poco a poco están tomando más fuerza en el tablero político europeo.
Viktor Orbán
lidera el FIDESZ en Hungría y desde 2010 es el primer ministro del país. Con la
crisis Siria, hemos podido ver en acción su ideología conservadora nacionalista
y su cada vez mayor oposición a la Unión
Europea. Desoyendo las indicaciones que desde Bruselas se le han dado sobre la
crisis migratoria, ha dejado en entredicho el poder central de esta supuesta
Europa unida, pues a él se han sumado otros países como Polonia o Eslovaquia.
“La Unión está fundada,
según la propuesta de la Convención, sobre los valores de respeto a la dignidad
humana, libertad, democracia, igualdad, Estado de Derecho y respeto a los
derechos humanos. Esos valores, que se enuncian en el artículo I-2, son comunes
a los Estados miembros. Además, las sociedades de los Estados miembros se
caracterizan por el pluralismo, la tolerancia, la justicia, la solidaridad y la
no discriminación. Esos valores juegan un papel importante, sobre todo en dos
casos concretos. En primer lugar, el respeto de esos valores es una condición
previa para toda adhesión de un nuevo Estado miembro a la Unión, según el
procedimiento enunciado en el artículo I-57. En segundo lugar, la violación de
esos valores puede dar lugar a la suspensión de los derechos de pertenencia de
un Estado miembro a la Unión (artículo I-58)”
Los tintes
racistas que exhiben estas formaciones, establecen jerarquías entre los países
de la Unión Europea, y así constatan las diferencias que a su entender existen
entre los estados miembros y hace imposible una unión natural. Evidentemente,
esto queda lejos de los valores de la Unión Europea enunciados en el párrafo
anterior.
“En la nebulosa
del euroescepticismo hay partidos de extrema izquierda, como Die Linke en Alemania, la Coalición de la Izquierda Radical (SÝRIZA) de Grecia o Izquierda Unida en
España. A priori, este tipo de partidos, de
marcado carácter internacionalista, son solubles en un proyecto supranacional
europeo, aunque éste diferiría notablemente del actual”. La diferencia entre
estos partidos no contentos con la Unión Europea de extrema izquierda y los de
extrema derecha está en que estos últimos pretenden devolver el poder a los Estados” y “desmantelar
el aparato tecnocrático de Bruselas”.
Estos partidos están logrando una mayor
representatividad en el parlamento europeo hasta tal punto que Olaf Boehnke
, director del Consejo Europeo de
Relaciones Exteriores de Berlín, afirmaba
“se podría decir que tal vez tengamos un Parlamento Europeo que se odia a sí
mismo, esquizofrénico”.
¿Está
superado el modelo europeo? ¿Nos abocamos a un lento desmembramiento de la
Unión Europea que solo mantendrá la unión en el nombre? .¿Podremos mantener
unidos los países solo en base a un interés económico por mucho tiempo, sin que
el mismo interés nos salte en plena cara?
El
nacionalismo exacerbado no ha traído nada bueno en el pasado. El viejo
continente no debería desempolvar viejas ideas. No fueron buenas antes, no lo
serán ahora. Buscar los puntos en común tendría que estar por encima de lo que
nos diferencia. No lo olvidemos, las etiquetas las ponemos nosotros, son
válidas solo en los contextos concretos, por lo que la verdad o la mentira
siempre serán relativas.
Sonia Hidalgo
REFERENCIAS
Lewellel T. C. (2009) Introducción a la Antropología
Política. Barcelona. Ediciones Bellaterra
IMÁGENES
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