lunes, 12 de octubre de 2015

No quiero ser europeo



El auge de los movimientos nacionalistas exacerbados ha sido la base de grandes conflictos en el pasado y presente de Europa. Los sentimientos de etnicidad llevados a extremos irracionales, han provocado grandes tragedias a lo largo y ancho del mundo. Unificar estados sin tener en cuenta estos movimientos, su surgimiento y evolución, las causas que los alientan, las bases que los sustentan, es un peligro que es necesario tener muy presente. No hay que carecer de identidad, ni negarnos a enriquecerla modificándola, mucho menos despreciar la de otros.

En 1914, muchos países europeos se creyeron en la cumbre de la civilización. Su progreso tecnológico, su expansión por otros continentes mediante las diversas colonizaciones en las que se había implantado el hacer y querer europeo, les hacía pensarse como adalides del mundo civilizado en expansión. Sin embargo, en ese mismo año estalla la Primera Guerra Mundial y deja al descubierto la debilidad sobre la que se asentaba el viejo continente. Nunca hasta ese momento, la política y la economía se habían acercado tanto, nunca tras los movimientos de estado, había tantas corporaciones empresariales con intereses en expandir sus mercados y ubicaciones. Gracias a la paz armada, los europeos no nos atacábamos entre nosotros, pero los sistemas de alianzas tienen un doble filo que hizo que de un conflicto entre serbios y austriacos, pasáramos a una guerra mundial en toda guerra. Pero hubo otras causas también, porque los conflictos beben de muchas aguas y así se hacen fuertes y duraderos. El nacionalismo exacerbado fue una de ellas.


Europa se convertía así en una bomba de relojería. Sobre un mar de supuestas aguas apacibles de civilización y progreso, flotaban muchas venganzas. Alemanes contra franceses, turcos contra eslavos, alemanes contra franceses y eslavos, turcos contra austriacos. Rusia propagando una idea de paneslavismo y Alemania pangermanismo. Asesinan al archiduque Francisco Fernando y todo vuela por los aires.

Murieron  37.508.686 de personas aproximadamente,  la mayoría civiles.





La Segunda Guerra Mundial, también tiene varias causas. Quizá la principal fuera las condiciones en las que quedaron países como Alemania y Austria tras el tratado de Versalles que cerró la Primera Guerra Mundial.  Los sentimientos de venganza estaban a flor de piel de nuevo, las condiciones económicas propicias para una rebelión, y las políticas afilando las espadas. Un sentimiento racista comenzó a campar por los territorios germanos que veían en la diferenciación racial algo primordial para reconquistar el status quo anterior. Los problemas étnicos se fueron haciendo cada vez más graves. Surge el sentimiento de superioridad de la raza germana (identificada por Hitler como “raza aria”) sobre otros grupos raciales, principalmente los judíos, que controlaban la economía capitalista, y quienes, según la visión de los nazis, habían dividido a los pueblos germanos e interrumpido su desarrollo económico. Hay una cosa clara no obstante, la Segunda Guerra Mundial se originó directamente de la primera. La última firma de aquel tratado de Versalles debería haber tenido en cuenta que las decisiones tienen consecuencias que hay que valorar muy bien.



 

En la Segunda Guerra Mundial  murieron entre 55 y 60 millones de personas y se extendió por todos los continentes salvo la Antártida.



En 1914 Europa pensaba que era la cumbre de la civilización y el progreso, pero debajo de su piel no existía esa unión que se presupone a un grupo humano con esa capacidad de evolución político-económica. En 2015, Europa se cree  unión fuerte y  progreso, pero debajo de su piel no existe esa unión.
La Unión Europea es un sueño fundado en 1993 tras la unión de las tres comunidades europeas preexistentes : la Comunidad Europea del Carbón y del Acero (CECA), la Comunidad Europea de la Energía Atómica(Euratom) y la Comunidad Económica Europea (CEE/CE),  les añadía la política exterior común y la cooperación judicial y policial, formando un sistema complejo conocido como «los tres pilares». Se culminaba así con lo que empezó el 18 de abril de 1951. Tras el  Tratado de Lisboa, la Unión Europea sucedió, por completo aunque con ciertas particularidades, a las Comunidades Europeas y asumió con ello su personalidad jurídica única como sujeto de Derecho internacional.

“Nuestra verdadera nacionalidad es la del género humano”.Herbert G. Wells.

La expansión de la Unión se ha basado primordialmente en intereses económicos por lo que con esa idea, se ha dejado de lado un importante filtro y se han anexionado países con valores poco democráticos. Si la Unión pretendía sobrepasar los conceptos de nación, aunando los territorios bajo otras perspectivas, debe ser a cambio de soterrar los sentimientos nacionalistas de esos territorios que deben ver la unión de países como un bien superior.


Lewellen distinguía dos tipos de nacionalismos: “el nacionalismo de Estado, el estado territorialmente delimitado asume una lealtad que trasciende la familia, el parentesco, la cultura de grupo o la etnicidad”. El estado-nación impulsaría una única lengua dominante y una cultura nacional supraordinaria que sustituye las reivindicaciones de las clases y subculturas. La segunda es el etnonacionalismo, en conflicto muy a menudo con el estado-nación.
Walker Connor  definía este último como “un tipo de nacionalismo que define a la nación en términos de una etnicidad compartida”.
 La etnicidad es una forma de clasificación, una forma de identificarse con un grupo con el que compartimos rasgos comunes.
Sin embargo, esos rasgos pueden ser clasificatorios en unos contextos y en otros no. Los Hausa de Nigeria estudiados por Cohen, no tenían un sentimiento de etnicidad en un principio, pero cuando vieron amenazado su sistema comercial particular tras la descolonización de Nigeria, comenzaron a ser conscientes de su cohesión étnica. Se defendieron reafirmando su unidad tribal.

“Qué composición étnica va a tener Europa en 20 años... eso hay que hablarlo" Enikó Gyóri 

Dicho esto, no es difícil pensar, que si en un principio se presenta la oportunidad de aunar fuerzas para un (supuesto) bien común, y las circunstancias en las que se realiza este proceso son propicias, los estados-nación mantendrán su identidad pero cediendo en algunos aspectos para que esa agrupación mayor pueda ser efectiva.
El problema está en que la Unión Europea se ha basado en una expansión económica primordialmente. Dado que nos encontramos en un momento de crisis económica mundial, ese bien común, no parece tan real como en otros tiempos y afloran de nuevo los sentimientos nacionalistas a modo de defensa, en muchos casos llevados a extremos irracionales.

Migraciones, crisis económica, falta de oportunidades, este clima ha favorecido la aparición de partidos nacionalistas antieuropeos de corte ultraderechista, que pretenden la vuelta al inicio. De nuevo naciones diferenciadas basadas en características que no siempre son reales o al menos son escogidas en base a las pretensiones de los movimientos en cuestión.
Amanecer Dorado de Nikolaos Michaloliakos, Frente Nacional de Marine Le Pen, Partido de la Libertad (PVV) de Geert Wilders, Partido de la Libertad de Austria (FPÖ), Vlaams Belang (VB, Interés Flamenco), (UKIP), de Nigel Farage son algunos de los partidos resurgentes de ultraderecha, euroescépticos y antiinmigración que poco a poco están tomando más fuerza en el tablero político europeo.
Viktor Orbán lidera el FIDESZ en Hungría y desde 2010 es el primer ministro del país. Con la crisis Siria, hemos podido ver en acción su ideología conservadora nacionalista y su cada vez mayor  oposición a la Unión Europea. Desoyendo las indicaciones que desde Bruselas se le han dado sobre la crisis migratoria, ha dejado en entredicho el poder central de esta supuesta Europa unida, pues a él se han sumado otros países como Polonia o Eslovaquia.


“La Unión está fundada, según la propuesta de la Convención, sobre los valores de respeto a la dignidad humana, libertad, democracia, igualdad, Estado de Derecho y respeto a los derechos humanos. Esos valores, que se enuncian en el artículo I-2, son comunes a los Estados miembros. Además, las sociedades de los Estados miembros se caracterizan por el pluralismo, la tolerancia, la justicia, la solidaridad y la no discriminación. Esos valores juegan un papel importante, sobre todo en dos casos concretos. En primer lugar, el respeto de esos valores es una condición previa para toda adhesión de un nuevo Estado miembro a la Unión, según el procedimiento enunciado en el artículo I-57. En segundo lugar, la violación de esos valores puede dar lugar a la suspensión de los derechos de pertenencia de un Estado miembro a la Unión (artículo I-58)”
Los tintes racistas que exhiben estas formaciones, establecen jerarquías entre los países de la Unión Europea, y así constatan las diferencias que a su entender existen entre los estados miembros y hace imposible una unión natural. Evidentemente, esto queda lejos de los valores de la Unión Europea enunciados en el párrafo anterior.




“En la nebulosa del euroescepticismo hay partidos de extrema izquierda, como Die Linke en Alemania, la Coalición de la Izquierda Radical (SÝRIZA) de Grecia o Izquierda Unida en España. A priori, este tipo de partidos, de marcado carácter internacionalista, son solubles en un proyecto supranacional europeo, aunque éste diferiría notablemente del actual”. La diferencia entre estos partidos no contentos con la Unión Europea de extrema izquierda y los de extrema derecha está en que estos últimos pretenden devolver el poder a los Estados” y “desmantelar el aparato tecnocrático de Bruselas”.

Estos partidos están logrando una mayor representatividad en el parlamento europeo hasta tal punto que  Olaf Boehnke , director del Consejo Europeo de Relaciones Exteriores  de Berlín, afirmaba “se podría decir que tal vez tengamos un Parlamento Europeo que se odia a sí mismo, esquizofrénico”.


¿Está superado el modelo europeo? ¿Nos abocamos a un lento desmembramiento de la Unión Europea que solo mantendrá la unión en el nombre? .¿Podremos mantener unidos los países solo en base a un interés económico por mucho tiempo, sin que el mismo interés nos salte en plena cara?
El nacionalismo exacerbado no ha traído nada bueno en el pasado. El viejo continente no debería desempolvar viejas ideas. No fueron buenas antes, no lo serán ahora. Buscar los puntos en común tendría que estar por encima de lo que nos diferencia. No lo olvidemos, las etiquetas las ponemos nosotros, son válidas solo en los contextos concretos, por lo que la verdad o la mentira siempre serán relativas.
Sonia Hidalgo



REFERENCIAS
Lewellel T. C. (2009) Introducción a la Antropología Política. Barcelona. Ediciones Bellaterra
IMÁGENES




1 comentario:

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